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LA ODCA, SUS PARTIDOS Y LATINOAMERICA EN EL SIGLO XXI

Marcos Villasmil*

1. La ODCA: ORÍGENES Y LOGROS

Un hecho resaltable de los orígenes del actual movimiento internacional demócrata cristiano es que el mismo se crea mediante decisiones casi simultáneas en el tiempo, tanto en Europa como en América Latina. Y si bien en el primer caso, surge de la crisis civilizatoria de la sociedad europea, exhausta luego de dos guerras mundiales y de haber sido terreno fértil para los dos grandes totalitarismos de la historia, el nazismo y el marxismo soviético, en nuestra región la realidad de la segunda posguerra mostraba la presencia en el mapa latinoamericano de regímenes en su mayoría autoritarios y de corte militarista, con gobiernos democráticos más bien como excepción.

Los demócratas cristianos surgen como movimientos que promovían un orden político fundamentalmente anti-autoritario y democrático (rasgos esenciales y permanentes de su postura) que, bajo la influencia de la doctrina social de la Iglesia Católica, promueve los principios del humanismo cristiano, equidistantes tanto de los materialismos de izquierda como de derecha. La DC, en sus comienzos, fue sin duda alguna, una “tercera vía.” Como tal, la idea de cambio era consustancial con sus propuestas.

La Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA), fue fundada en 1947, en Montevideo, aprobándose en su primera reunión una declaración que sustancialmente afirma lo siguiente:

1. Acordar orientaciones político - estratégicas para la acción internacional con base en los principios del humanismo cristiano, sujetas a los métodos democráticos y orientadas al logro de la justicia social nacional e internacional.

2. Formular un proyecto político que sustente la integración latinoamericana.

3. Fortalecer y defender los valores y derechos de la persona humana e impulsar los procesos de cambio y modernización de la sociedad.

4. Estimular y coordinar la cooperación entre sus miembros.

5. Promover y desarrollar una justa relación del hombre con su ambiente.

Un hecho que puede afirmarse hoy, 61 años después, es que los postulados señalados en esta declaración siguen vigentes. Con una observación adicional válida: el pensamiento DC ha estado presidido, en el nivel más elevado, “por una doctrina, no por una ideología que establece fines coyunturales, ni por un simple programa para un periodo limitado de tiempo.” (Boye, 2007). Proyecto doctrinario el demócratacristiano, y proyecto asimismo cultural-político, con el personalismo comunitario, la lucha por el bien común, y la dignidad y centralidad de la persona humana como pilares fundamentales de la doctrina.

Siendo una organización internacional, la ODCA ha liderado las luchas continentales por la democratización y contra los autoritarismos, así como a favor del respeto creciente a los derechos humanos, y la integración latinoamericana. La paz centroamericana, la lucha contra las dictaduras en el Cono Sur, la denuncia desde sus inicios de la satrapía castrista, son causas que la ODCA siempre ha tenido dentro de sus prioridades. Pero muchas de esas luchas se dieron en el marco de la llamada lógica de la Guerra Fría. Se debe destacar por lo demás el hecho de que muchos de los postulados doctrinarios defendidos por la DC han sido incorporados en el cuerpo de pensamiento y praxis democrática de nuestras naciones. Pero este indudable éxito ha venido acompañado, naturalmente, de nuevos retos nacionales y regionales. La fortaleza de una regional de partidos está naturalmente ligada al bienestar de sus organizaciones miembros, y a que se respete siempre la íntima vinculación entre acción y pensamiento.

2. LOS PARTIDOS DC

La vigencia de una familia política no puede demostrarse simplemente mediante el reconocimiento de la validez de sus principios, si los mismos no se adecúan con la realidad respectiva, si los debates no se “aggiornan”, si no hay renovación de las propuestas programáticas ante los cambios sociales, políticos y económicos. En política como en la vida, ver pasar el cadáver de tu adversario por la puerta de tu casa no es garantía de tu buena salud. El autoritarismo marxista y las doctrinas militaristas no gozan en los actuales momentos de buena acogida (más allá de que todavía esté discutiéndose qué es eso del socialismo del siglo XXI de Hugo Chávez), pero ello no indica ni mucho menos que la DC sea hoy reconocida como una alternativa válida en algunos de nuestros países.

Por citar un hecho: soy miembro de una generación que se formó al calor de las discusiones posteriores al Concilio Vaticano II, en los círculos de estudio y cursos de formación sobre la obra de pensadores como Maritain, Mounier, Teilhard de Chardin, con profesores como Calvani, Herrera Campins, o Pérez Olivares. Los debates sobre la sociedad comunitaria, o la Economía Social de Mercado eran pan diario que alimentaba nuestra utopía (palabra, aceptémoslo, hoy muy venida a menos). Fuimos testigos de Mayo del 68, y sus consecuencias, así como del auge y caída de la teología de la liberación. Los partidos DC se nutrían en buena medida de jóvenes provenientes de las juventudes católicas. En mis tiempos, la política era menos cálculo y más pasión. (O, por lo menos así lo veíamos muchos jóvenes DC). La militancia política abundaba, había mucho menos espacio –y excusas- para la indiferencia. Había, además, un adversario inequívoco: la opción política marxista.

Siempre es bueno recordar el pasado, pero reconozcamos que cada vez tiene menos relación con la Latinoamérica del siglo XXI.
Ante un nuevo siglo y milenio, algunas preguntas pertinentes son: ¿la oferta programática de los partidos de la ODCA sigue siendo fiel reflejo de los postulados doctrinarios de la organización, ha defendido y mantenido su pertinencia? ¿Se han hecho las necesarias adaptaciones ante los cambios vividos? Preguntas candentes, pero necesarias, si quiere debatirse la vigencia o no de la ODCA –vale decir, de los partidos miembros de la organización- en el accionar político de la sociedad latinoamericana.

En los últimos años el tema de los partidos y su crisis, sus carencias –organizacionales, estratégicas, programáticas, de mensaje- ha sido muy discutido. A tal efecto, podría hacerse un largo inventario de diagnósticos. Destaquemos alguno, en el tema que nos interesa, el programático: el anterior presidente de la ODCA, Gutenberg Martínez, en un discurso en Costa Rica, en el 2000 decía, entre otras cosas, las siguientes:

  • La DC enfrenta el desafío de una falta de perfil propio, “que la gente sienta claridad de lo que significan nuestros accionares colectivos en cada uno de nuestros países. Los demócrata cristianos tenemos la impresión de que hace 20 ó 30 años teníamos planteamientos con identidad propia que caracterizaban nuestro perfil, que eran casi solamente nuestros, y que hoy día son de muchos otros.”
  • “En algún tiempo en América Latina los partidos demócrata cristianos, de acuerdo a su realidades nacionales, eran vistos como los partidos de la integración latinoamericana y de la promoción popular, o como los partidos de una correcta reforma agraria, eso y otros elementos que nos daban identidad, que no eran sólo principios, sino que eran una formulación programática que respondía a problemas concretos de la gente de ese tiempo. La pregunta de hoy es ¿qué formulación programática podemos tener en temas que responden a la gente y que puedan tener alguna inspiración humanista?”

Ante la validez de esta pregunta, es forzoso reconocer, en primer lugar, que muchas veces la DC, en funciones de gobierno, se ha dejado llevar por muchas de las prácticas erróneas que han impregnado a la clase política latinoamericana: estatismo y burocratismo, paternalismo social, clientelismo y hasta cierto desdén por la separación de poderes.

También es cierto que la DC, al igual que otras familias partidarias, ha sufrido los embates de la antipolítica, unida a la falta de comprensión de los cambios de la postmodernidad –que hacen, por ejemplo, que el ciudadano latinoamericano promedio cuestione el concepto mismo de militancia política, y que mire de reojo y con cierto desdén al “militante”-, de una gestión económica cada día más autónoma frente al control democrático, del doble ataque frontal de ese nuevo Leviatán de varias cabezas que forman el poder mediático y el poder económico unidos. Los conflictos políticos parecen a veces meras luchas entre grupos económicos.

Pasan los años, y la política latinoamericana no termina de asumir sus responsabilidades ante el mistificado y mitificado pueblo, cuyos integrantes mayoritariamente son considerados votantes y no ciudadanos.

Los partidos en general, asimismo, se han rendido ante el fenómeno de la “pipolización” de la vida política (por la revista norteamericana de entretenimiento “People”, término usado en un reciente artículo del New York Times, en referencia a la política francesa), es decir, la idolatría mediática por las celebridades de la TV y el cine, y el comportamiento consiguiente de los dirigentes políticos, como si fueran una clase más de actores y actrices de moda.

En lo interno, se debe reconocer que muchos partidos algunas veces han sido adormecidos por el canto de sirenas del caudillismo -que no es sino una forma de privatización del partido, sometido a los avatares de los intereses y ambiciones individuales- que la formación se ha descuidado, o que la doctrina se ha convertido en una suma de frases que se emiten cuando la ocasión lo requiere, como durante una campaña electoral.

Por otra parte, al ser la DC un proyecto doctrinario, un proyecto político-cultural, “hay otras legitimidades, más allá de las electorales, a la hora de ser testigos de la buena salud partidista: la capacidad de dar respuesta racional y programática a los grandes temas y problemas nacionales; la presencia cualitativa en el mundo de la cultura y de la ciencia; la posibilidad de engranaje permanente con el mundo de las sociedades intermedias, hoy en día incluidas en la llamada “sociedad civil”. El partido como instrumento civilizatorio, y no mera maquinaria electoral.” (Villasmil, 2000.)

Como ejemplo concreto, nada muestra más la pérdida de vigencia de un partido latinoamericano, DC o no, que predique supuestamente ideas de cambio y de transformación de una realidad sentida como injusta, que cuando sus dirigentes juveniles se convierten en versiones light de los dirigentes del partido. Ahora y siempre, la contestación, la crítica y la rebeldía deben ser las características esenciales de un dirigente juvenil. Partido sin jóvenes rebeldes es una gerontocracia disimulada.

3. LA ODCA, SUS PARTIDOS Y LA REALIDAD LATINOAMERICANA EN EL SIGLO XXI

La ODCA, partir del Congreso de Costa Rica, en 1998, adoptó como posicionamiento estratégico y programático el llamado “centro humanista y reformista”, lo cual implicó la confirmación de una voluntad de “apertura con identidad” de la organización (iniciada a comienzos de esa década) a otras fuerzas políticas que, sin ser demócrata cristianas de origen, postulan los principios fundamentales del humanismo cristiano, en especial en los referente a la defensa de los derechos humanos, la dignidad de la persona humana, y la subsidiariedad y la solidaridad como principios rectores del Estado democrático. Así, partidos como el Conservador de Colombia, o el Partido de Acción Nacional de México, ingresaron a la organización, con tal fuerza e impacto, que de hecho la presidencia de la ODCA y la sede de la organización están hoy en México.

Simultáneamente, la ODCA en los últimos años ha liderado la importante tarea de enfrentar el mayor de los retos políticos que enfrentan las democracias latinoamericanas: el proyecto autoritario castro-chavista. De ello son ejemplos los eventos realizados en lo que va de año 2008 en Miami y Costa Rica, en clara solidaridad con los pueblos cubano y venezolano en su búsqueda y defensa de la libertad. Es un hecho ciertamente positivo el que la ODCA y sus partidos estén a la vanguardia de estas luchas.

Queda, sin embargo, pendiente el tema de las modernizaciones partidarias nacionales, que deben seguir avanzando con más dinamismo y compromiso real. En lo programático, la doctrina no cambia, pero su aplicación en políticas públicas para caminar en la dirección fijada por los principios, sí. Las soluciones promovidas en el siglo XX ya no están vigentes en este nuevo siglo y milenio. Y las nuevas respuestas deben toma en cuenta las grandes tendencias y fenómenos globales, asumiendo, en primer lugar, estas líneas indicadoras de cambios de la realidad, o de retos de largo alcance, que señalo sin una prioridad u orden específico:

  • Vivimos en una sociedad post-utópica y post-ideológica. El paradigma político ha sufrido una mutación hacia la supremacía del sujeto individual, con una revisión total de las responsabilidades individuales y comunitarias.
  • Un nuevo modelo de gobierno está tomando fuerza: la democracia iliberal. Se llega al poder por los votos, y con base en esta única legitimidad se destruye la pluralidad del poder y se impulsa una agenda autoritaria. Ello está permitiendo un momentáneo reagrupamiento de viudos de las nostalgias marxistas.
  • La política ha dejado de ser cosa sólo de hombres, como en el pasado, cuando las mujeres estaban presentes como casos de excepción, o encerradas en los movimientos femeninos;
  • La forma de pensar, entender y vivir la realidad, gracias entre otras cosas a los cambios tecnológicos, ha cambiado para siempre. Y seguirá cambiando. Como bien dice Otto Boye, actual presidente del Instituto Chileno de Estudios Humanísticos, los cambios del mundo hoy son equivalentes a cuando las sociedades europeas asimilaron el hecho de que la tierra no era plana, sino redonda. Para una gran mayoría de los ciudadanos del mundo el hecho vital del siglo XXI es su capacidad de conexión, su “conectividad”.
  • “La determinación que el campo mediático ejerce sobre las estructuras ideológicas y mentales del espacio político es una de las cuestiones claves del futuro de la democracia” (Ramoneda, 1999). ¿Es la “Red” la salvación de la comunicación democrática? Tema en pleno debate, que no puede ser soslayado.
  • Estamos siendo testigos de una verdadera “Guerra Fría” energética y de recursos vitales, como el agua, que está comenzando a generar conflictos globales; el suministro de alimentos es tema de preocupación prioritaria.
  • Frente al mundo bipolar de la segunda postguerra, y la unipolaridad luego del derrumbe del socialismo real, el futuro pareciera apuntar hacia una sociedad mundial con clara multipolaridad estratégica.
  • Deben acelerarse las respuestas partidarias ante la aparición en nuestra región del fenómeno de la “no-ciudad”, donde los más pudientes viven en zonas cercadas y bloqueadas al libre tránsito e ingreso. La seguridad es tomada como asunto de capacidad financiera. Ante el fracaso estatal, abunda la privatización de la protección personal y colectiva e incluso de la custodia carcelaria. Frente a todo esto, los criterios de inclusión-exclusión adquieren un carácter novedoso y peligroso.
  • Ante las nuevas dinámicas socio-económicas, la incertidumbre, tanto personal como comunitaria, se dispara de manera alarmante.
  • El Estado democrático/republicano enfrentado a tres grandes enemigos: el fundamentalismo religioso, el fundamentalismo económico y el fundamentalismo ético/relativista.
  • Ante políticas económicas camaleónicas, coyunturales e insuficientes, la reducción de la pobreza a veces luce como una meta utópica.
  • Las categorías de izquierda y derecha ya no sirven para explicar la realidad política.

Algunos temas, arriba mencionados, están siendo trabajados en las Vicepresidencias y grupos de apoyo de la ODCA, pero deben ser asumidos también a nivel nacional.

Dichos puntos son temas de cambio estratégico y quizá por eso mismo no son asumidos ni vividos por nuestros ciudadanos en su vida diaria. Pero, mientras tanto, y en segundo lugar, ¿qué piensan los latinoamericanos, y cuál es la situación actual de la región? La encuesta de Latinobarómetro 2007 nos da los siguientes resultados, de temática variada, para la reflexión:

  • “Pese a los logros en materia de reducción de la pobreza y de la indigencia, América Latina sigue siendo una de las regiones más desiguales en el mundo.
  • Los avances en la “calidad” de la democracia han sido muy limitados. (…) Democracias imperfectamente semi consolidadas, o más bien dicho, de muy lenta evolución, era lo único que nadie esperaba. No se derrumban, pero no se consolidan. Están ahí.
  • La competencia, como base de la mentalidad económica, no es un consenso en todos los países.
  • La crítica al mercado como fuente de desarrollo está creciendo en la región, y no es paradojal que se produzca en el momento de mayor crecimiento sostenido, porque sigue la lógica de Tocqueville, de que los problemas se vuelven insoportables, cuando hay soluciones. Cuando la gente ve el aumento de riqueza y ésta no les llega, entonces culpan al mecanismo de distribución, en este caso, la economía de mercado.
  • A medida que disminuye la importancia del desempleo como problema principal, aumenta la importancia de la delincuencia como el problema más importante de América Latina. Esto es significativo porque sabemos que la delincuencia no es coyuntural como el tema del desempleo y no se soluciona con crecimiento económico. (…) La delincuencia con estados débiles y pobreza es una fuente que dificulta la gobernabilidad. Un 63% de la población se siente insegura.
  • En promedio, solo un 55% de los latinoamericanos paga debidamente los impuestos.
  • Pareciera que la construcción de bien común no es una demanda masiva, mientras que la obtención de bienes individuales sí.
  • Se exige solidaridad con los más débiles, pero se piensa que es el Estado el principal responsable de proveerla.
  • La dimensión de la participación no tiene gran importancia.
  • Para un 75% de la población, el conflicto mayor es el que se da entre “ricos y pobres”. Las tensiones que sufren las sociedades latinoamericanas están marcadas por la desequilibrada distribución del ingreso, brecha que ha aumentado con los gobiernos democráticos.
  • Hay dos bienes que tienen todos los latinoamericanos. Una comida caliente al día (89%), y un televisor (90%).
  • Políticamente, la región corre hacia el centro; no porque la gente haya cambiado su posición ideológica, sino que los nuevos integrantes han optado por el centro.
  • El apoyo a la democracia ha fluctuado entre el 58% en 1995, el 63% el 1997, 48% en el 2001, y 54% en el 2007. Los latinoamericanos han progresivamente aumentado su apoyo al “concepto churchilliano” de la democracia, según el cual la democracia puede tener problemas, pero es el mejor sistema posible.
  • La mayor parte de los países (en total, 14) tiene un 40% o más de sus ciudadanos con una satisfacción “baja” en lo referente a los servicios del Estado. Los ciudadanos demandan más, pero sobre todo, mejor Estado.
  • En cuanto a la evaluación de los líderes, el más votado positivamente es Lula, seguido de Michelle Bachelet y Álvaro Uribe. Los dos más impopulares son Fidel Castro y Hugo Chávez.
  • La confianza en los partidos políticos es de sólo 20%. Esta negatividad “es el talón de Aquiles de la democracia.”
  • Un 43% cree que habrá más corrupción en la generación futura.”

Estos resultados evidencian que Latinoamérica no puede ser solamente analizada, como está tan de moda, con base a los resultados macroeconómicos. Los partidos de la ODCA tienen que prepararse para dar respuestas apropiadas a la compleja foto de la realidad mostrada en dicha encuesta. Los países de la América Latina deben recibir una alternativa humanista cristiana. Hay que defender y dar respuesta a la ira ciudadana, o quizá peor aún, a la creciente indiferencia de las mayorías.

Finalmente, y en tercer lugar, es posible dar algunas líneas de orientación programática para nuestros partidos:

  • No hay incompatibilidad –al contrario- entre libertad y democracia. Así mismo, la libertad no sólo puede ser política sino además económica. La defensa de la propiedad privada es fundamental.
  • No es posible el desarrollo social y económico con un Estado paternalista y centralista. La subsidiariedad debe ser asumida con todas sus consecuencias en materia de políticas públicas. El dilema Estado-Mercado es falso. No se trata de demonizar a ninguna institución, sino que cada una cumpla con su papel respectivo, bajo parámetros subsidiarios. No son viables ni un Estado empresario ni un Estado excesivamente controlador y burocrático; se desea por una parte un Estado promotor de la creatividad personal y social y un Estado regulador que evite los desequilibrios y las injusticias.
  • “Una lección central del último capítulo de la Unión Soviética fue que las instituciones económicas no pueden ser vistas de forma aislada del ambiente social y político en donde funcionan.” (Kay, 2003).
  • La responsabilidad ante los desposeídos es de todos, no sólo de las instituciones estatales. De hecho, como ha sido demostrado en muchos países, la solidaridad expresada a nivel privado impacta de manera mucho más positiva. “El principio de “reciprocidad” es vital en toda sociedad que aspira al desarrollo, y debe marcar nuestra moral social.” (Mulgan, 1998.)
  • En un tema fundamental para tener éxito contra la pobreza, como es la economía, en vez de seguir la liturgia retórica acostumbrada, llena de alabanzas y reclamos de copywright intelectual acerca de la Economía Social de Mercado, ¿por qué los partidos no comienzan a adaptar dicha propuesta -con voluntad real de cambio y propósito de enmienda- a sus realidades nacionales?
  • La “transparencia” es el signo de hoy de las instituciones públicas.
  • Las políticas de ciencia y tecnología en búsqueda del impulso a la innovación y la creatividad deben recibir absoluta prioridad. Aquí también, el rol privado es fundamental.
  • La democracia participativa debe tener una prioridad fundamental, y ser asumida como “conversación permanente” entre los ciudadanos y las instituciones públicas y privadas.
  • Es vital la estrategia de acercamiento partidos/cuerpo intermedios (sociedad civil), con el fin de ayudar a promover conductas de participación y de solidaridad social.
  • El modelo presidencialista ha mostrado toda una serie de carencias, fallas y lastres que hacen obligante que las élites políticas latinoamericanas, más allá de cualquier bandería, comiencen a debatir en serio sobre sus posibles reformas. La Democracia Cristiana debiera liderar nuevas propuestas al respecto.

Ser fieles a la doctrina no implica el rechazo a la eficacia, al éxito electoral, o impulsar una especie de “romanticismo” alejado de la realidad. Las batallas políticas son y serán siempre luchas por el poder, pero para un demócratacristiano, éste se debe usar para la construcción no para la destrucción o la represión. Un “auténtico renacer” partidario, digámoslo una vez más, no es sólo urgente, sino inexcusable. Como bien afirma el presidente actual de la ODCA, Manuel Espino (Revista Centro, No. 3), se trata de repensar y relanzar un proyecto democratizador, superando “resacas ideológicas”, avanzando sin odios ni resentimientos.

El liderazgo partidista debe actuar con base en estos 3 niveles de retos señalados y de líneas para la acción (la estratégica, la que deviene del reclamo ciudadano, y la que proviene de nuestros propios planteamientos doctrinarios.) Para ello, necesitamos menos dirigentes de aparato y más estadistas. Estos últimos poseen, en palabras de Isaiah Berlin, “una gran capacidad para integrar una vasta amalgama de datos en cambio constante, que se mezclan y entrecruzan a gran velocidad”. (Berlin, 1999.)

Un reto final: si los partidos DC son reales “estructuras de participación”, y por ende, mecanismos integradores de la ciudadanía en la sociedad política, deben “promover procesos abiertos de diálogo con la sociedad, para la discusión programática.” (Fernández, 1976).
La ODCA y sus partidos tienen muchas razones de orgullo, pero también, como toda institución partidaria hoy, muchas razones de preocupación y de desvelo. A fin de cuentas, de lo que se trata es de ser fieles al ideal original de cambio y de transformación de la realidad, según los valores eternos del humanismo cristiano, respetando, como siempre, el juicio supremo del pueblo soberano, expresado mediante el voto.

Bilbiografía:
-BERLIN, ISAIAH. “THE SENSE OF REALITY.” Farrar, Strauss and Giroux. New York, 1999.
-BERNAL, GUTIÉRREZ, PEDRO: “REFLEXIONES EN TORNO AL CONCEPTO DE SEGURIDAD Y DEFENSA”. Publicado en ABC, Madrid, Opinión, 22 de Mayo 2008.
-BOYE, OTTO: “APORTES AL DIÁLOGO: VIGENCIA DE LA DEMOCRACIA CRISTIANA EN EL NUEVO ESCENARIO CHILENO Y MUNDIAL”: http://ottoboye.blogspot.com/2007/07/vigencia-de-la-democracia-cristiana-en.html (15 DE Julio de 2007)
-KAY, JOHN: “CULTURE AND PROSPERITY.
THE TRUTH ABOUT MARKETS –WHY SOME NATIONS ARE RICH BUT MOST REMAIN POOR.” HarperBusiness. New York, 2003.
-LATINOBARÓMETRO- “ENCUESTA 2007 “– www.latinobarometro.org
-FERNÁNDEZ, EDUARDO: “LA FUNCIÓN DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS EN LA PARTICIPACIÓN”. En: “HAY QUE REINVENTAR LA DEMOCRACIA” (Varios autores). Fondo Editorial IRFES. Buenos Aires, 1976.
-MARTÍNEZ, GUTENBERG: “LA ORGANIZACIÓN DEMÓCRATA CRISTIANA DE AMÉRICA Y LA RENOVACIÓN DE SUS PARTIDOS MIEMBROS”. En “LA REFORMA DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS”. ODCA-Konrad Adenauer Stiftung. Chile, Octubre de 2003.
ORGANIZACIÓN DEMÓCRATA CRISTIANA DE AMÉRICA- Revista Centro: www.odca.org.mx
-MULGAN, GEOFF: “CONNEXITY: RESPONSIBLITY, FREEDOM, BUSINESS AND POWER IN THE NEW CENTURY”. Vintage, London, 1998.
-RAMONEDA, JOSEP: “DESPUÉS DE LA PASIÓN POLÍTICA”. Santillana, Madrid, 1999.
-VILLASMIL, MARCOS: “¿UN NUEVO PARTIDO DC PARA VENEZUELA?. EN: NUEVA POLÍTICA, 71-72. Caracas, Noviembre 2000.


*MARCOS VILLASMIL: Ex-Secretario de Relaciones Internacionales de COPEI
Ex-Secretario General Adjunto de la ODCA
Miembro en la actualidad del equipo de la Vicepresidencia de Acción
Política de la ODCA
Este trabajo es de autoría personal, y no expresa ni compromete ninguna opinión salvo la del propio autor.

1 comentario:

LUIS NUNES dijo...

Muy oportuno el análisis histórico y de lecciones aprendidas que nos presenta uno de los estudiosos de la realidad internacional más preparados que ha tenido y tiene la DC venezolana. Sus sugerencias sobre líneas de orientación programática me resultan acertadísimas.
Luis Nunes
Ex Presidente de JUDCA (hoy JODCA)