Es una pena que en pleno siglo XXI cuando ya el mundo empieza a poner en práctica leyes que inician la reparación que no la curación de los daños inflingidos por las religiones, la discriminación social, la política y la ciencia médica sobre los gays y lesbianas, todavía tengamos que escuchar sacerdotes y profesionales de todas las áreas expresarse tanto en público como en privado, en términos altamente indignantes y mas cuando estas afirmaciones se hacen sin el mas mínimo reparo ni consideración a través de los distintos medios de comunicación de masas.
Saber que tenemos profesionales de la conducta lo suficientemente preparados y actualizados para levantar su voz en defensa de esta parte de la población que necesita con urgencia vivir sanamente la expresión de su sexualidad y ver como NINGUNO se atreve a criticar o cuestionar jamás a quien patea, degrada y hace daño consciente y malicioso a la población homosexual. Es hermoso ver como esta sociedad se unifica y se solidariza con todo aquello que pueda revestirla del hermoso traje de la bondad cuando se trata de causas no controversiales o que exijan una opinión valiente y contradictoria. Podrían nuestros profesionales de la conducta tener la percepción de cómo se siente un niño gay o una niña lesbiana, porque los hay, los veo y yo mismo lo fui y cada palabra denostante la traigo grabada en mi corazón y cada rechazo lo llevo en el alma. Qué se siente al escuchar un prelado hablar negativamente sobre los gay en tu colegio ante tu grupo de amiguitos que te conocen y saben que lo eres, o en tu trabajo escuchar cómo se burlan y te señalan. Qué de santo puede tener un sacerdote que te aconseja casarte y tener hijos para cubrir tu situación, engañando en lo más sagrado a una persona inocente. Qué de normal o sana puede tener una sociedad que practica la hipocresía, la falsedad, la mentira y la doble moral. Qué de justo puede tener un país que excluye en sus derechos más elementales a un sector altamente productivo, inteligente y capaz. Cómo se puede ser serio al afirmar que eres un delincuente y no te apresan, cómo se puede ser médico saber que la homosexualidad no es enfermedad, decirte que estas enfermo sin saber cómo curarte y ni siquiera aliviar tu dolor. Cómo vivir copiando y exaltando todo lo que viene del extranjero menos la ley de libertad sexual que ya se esta aplicando en las naciones mas civilizadas (me pregunto que haremos si tenemos que recibir la visita de una alcalde gay como el recién electo de Berlín o el de New Jersey.) Cómo se puede ser hermano y esconderte de los demás, no visitarte, no interesarse en tu intimidad porque aprendieron desde pequeños a avergonzarse de tener un hermano así, ¿es esta una buena norma de unión familiar? Cómo ser amigo cuando no te puedo decir lo que me gusta, como serlo fingiendo gustarme lo que no me gusta, cómo serlo sabiendo lo que eres pero fingiendo que no me doy cuenta.
En verdad estoy cansado de vivir en Republica Dominicana un país en el mismo trayecto de la homofobia donde un hombre no puede llorar, ni vestirse de rosado, nunca verse al espejo, no puede ser tierno porque sería débil, no puede elegir ciertas profesiones porque es señalado, debe beber alcohol, fumar o tener algún vicio conocido, ser drogadicto antes que gay, debe hablar duro y mal, comerse las eses para no ser peligrosamente fino, caminar con torpeza llevándose a todos por delante sobre todo al conducir, robar y engañar en su trabajo para no ser pendejo, no gritar si le duele y jamás asustarse, y sobre todo tener muchas pero muchas mujeres en la época del SIDA. En fin un país donde puedo ser de todo menos homosexual.
Ha sido duro vivir aquí, crecer en medio de una familia homofóbica que me ha rechazado siempre pero a quienes amo profundamente, parece que su católica formación, médica información, estatus legal, presiones, chismes y miedos humanos han construido un muro donde cada día se agregan mas piedras que nos separan. He sido feliz a pesar de todo y contra corriente, soy un enfermo incurable que se mueve entre los sanos, soy un delincuente perfecto jamás encarcelado, soy un pecador empedernido viviendo en el infierno que me han construido, estoy en un limbo situado entre el bien y el mal, un laberinto sin paredes con senderos dolorosos, estrechos, asfixiantes, extenuantes. Espero que la correcta ubicación de la testosterona y los estrógenos de los ¨normales¨, la caridad infinita de los cristianos, la ciega justicia de los llamados a organizar la sociedad respetando los derechos de todos y todas, y el eslabón perdido, la ciencia medica, nos digan quienes somos, nos tiren la primera piedra, respeten nuestros derechos, y nos digan por fin porque tiene que dejarnos de gustar lo que nos gusta.
No se nos hace un favor reconociendo nuestros derechos en
Los conceptos religiosos suelen ser, revestidos de un aura de infalibilidad inexistente, altamente discriminantes y son gérmenes también de violencia. La espiritualidad nuestra debe ser revisada para constituir un verdadero reflejo de la pluridiversidad de credos existentes. Todos los pecadores disfrutan de derechos y deberes, ¿Por qué los gays y lesbianas no podemos tener acceso a una vida con dignidad?
Juan Jiménez Coll, gay, arquitecto y consultor espiritual.
Tels. 809-532-6604 y 829-915-6604
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