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Relatos Breves y otras cosas mas... EL PARQUE DEL DOMINÓ.

Estimados Amigos Noticiero DC con atención Sr. L. Pereyra:

En estos días tenemos de moda el ballet en Cuba y me permito en esta oportunidad enviarles artículo de mi autoría de la serie Relatos Breves, va con el ruego de que sea tomado en consideración para publicación.

Gracias por la atención que siempre han tenido con mis trabajos.

Reciban además mis más cordiales  saludos,

Dr. Antonio LLaca.

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El calor  hacía sus estragos  en  La Habana y  era costumbre  combatirlo  en el parque a la sombra de un par de frondosos árboles con  una partida de dominó  acompañada de algunas “frías” (cervezas) pagadas por los perdedores  que,  paradójicamente,  mientras ayudaban a  mitigar el efecto de las altas temperaturas  le añadían  fuego a la  mesa de  encuentro. Los partidos se jugaban a doscientos tantos, como la tradición manda,  y en dependencia de la calidad de los jugadores  tomaban más o menos tiempo con mayor o menor combate.

La ultima pareja en probar suerte no nos duró mucho, tocaba el turno ahora de enfrentar a Vicente y su hermano, un temible dúo que sumaba a sus habilidades en el juego la facilidad del primero para contar las más sorprendentes historias, creo que era parte de las tácticas que utilizaban para salir casi siempre airosos ante cualquier rival además de entretener y asombrar al numeroso grupo de espectadores que siempre  seguía los juegos, de hecho, ya era habitual que la gente mostrara mucho más interés en las palabras de Vicente que en el desarrollo de la partida.

-Salen los ganadores- dijo Chano, mi compañero, dándome a entender que la data (conjunto de fichas) que tenía no era buena y  debía asumir yo la salida.

-Ahí voy-respondí rápidamente- lanzando el doble ocho a la mesa.

Tocaba jugar a Vicente, situado a mi derecha, y para sorpresa general se pasó, no tenía fichas con que responder a mi salida y esto me daba una importante ventaja , arrancaba con “buena pata”, con un poco de suerte podría proporcionarle una sonora derrota a tan formidable contendiente, la ronda siguió hasta que logré darle un segundo “pase” y para mí ya la partida pintaba mucho mejor, la cuestión radicaba ahora en que no abriera la boca y empezara a hipnotizarnos con algún nuevo cuento, lamentablemente alguien mencionó esta posibilidad.

-¿Y qué Vicente, el pase que te acaban de dar te dejó sin habla, no tienes nada para contar hoy?- dijo alguna voz de entre el público.

-Pues si supieran que sí, tengo algo que incluso me ha tocado profundamente, es una historia de ballet, de amor y de política…

-¿Cómo?, -dijeron varias voces al unísono-, ahora resulta que vas a darnos un discurso de ballet -inquirió alguien  por allá- mira mi hermano, con la negrada, los solares  y el subdesarrollo que hay por estos lados  eso no le va a interesar a nadie, aquí se baila  guaguancó, lo del ballet es demasiado fino para nosotros…

           -Coño Vicente, no nos vayas  a decir que te estás poniendo “flojón” después de viejo…-interrumpió  otro-.

          -Oye nada de flojón, primero muerto, pero por otra parte, ¿por qué no se puede hablar de ballet en este parque?

-No es que no se pueda -respondió su improvisado interlocutor- el asunto es que eso del ballet es cosa de mari….

-Ay, sí, déjenlo que hable -se escuchó decir a alguno que evidentemente clasificaba entre los “flojitos” - yo siempre he amado el ballet, es tan hermoso…

-Asere, que se calle el “suave” -sentenció un tercero- y dale y suelta “Vicen”, que tu siempre traes la última…

La partida, como tanto temía, se había enlentecido rápidamente;  el aludido miró a todo el auditorio  encontrando numerosas señales de aprobación como para comenzar su nueva historia.

Está bien, está bien, empiezo:  como ustedes saben los camagüeyanos son muy malhablados -de inmediato surgieron protestas y se oyó decir:  ¡ya están hablando mal de nosotros!-  díganme si lo sé yo que soy de por allá, de Morón, y las camagüeyanas también,  sin embargo,  suelen ser mujeres de gran cultura, luchadoras a brazo partido por la vida y extraordinariamente fogosas en cuestiones de amor -los “morbosos” de inmediato  dejaron escuchar murmullos de aprobación-,  creo que esto les viene de la época de Gertrudis Gómez de Avellaneda, “Tula”, la insigne poetisa del siglo XIX  cuyos amores en Cuba y España fueron tan extraordinarios como su poesía, pero bien, es una  camagüeyana que me trae a esta historia, la voy a llamar Esmeralda y la conocí en el Gran Teatro de La Habana, nos encontramos  en un entreacto del ballet “El Lago de los Cisnes” , un amigo común nos presentó …

-Ya sé, y seguro que la tal Esmeralda era un “tranfor”, te enredaste con el tipo y tuviste que “partirle la jeta”…, -interrumpió alguien en esta oportunidad.

-Nada de “tranfor”, era una mujer, ¡y qué mujer! -respondió Vicente con un tono de voz que no dejaba dudas en cuanto a su admiración por aquella dama - pero déjame continuar; de inicio no me pareció nada extraordinaria, en aquel  momento la encontré  ni bonita ni fea, aunque tenía dos cosas que llamaban poderosamente la atención: unos ojos extrañamente verdes y algo difícil de definir, eso que por ahí llaman personalidad…,

-Eso es veldá,-dijo por allá el Negro- hay jevas por ahí que tú las ves ¡y no tienen ná! pero no se te quitan de la cabeza…a mi pasó  con una mulata del Diezmero…

-Negro, esa mulata del Diezmero era un verdadero pescao –aseveró Chano-, una culiseca,  y tampoco tenía cerebro…, era una loca asere, pero deja que el Vicen siga su historia…

Se hizo un silencio aceptable  y prosiguió el relato:

-Comenzamos a hablar animadamente, para serles sincero de ballet yo no sabía nada, estaba metido de espectador en aquella  función  porque no me quedaba más remedio, en ese entonces trabajaba en el Ministerio de Cultura y acompañaba a una delegación extranjera, gente que sí se interesaba por la danza;  me hacían  preguntas que no tenía cómo responder  por lo que hasta traté de escabullirme, afortunadamente Esmeralda comenzó a explicarles  la historia de la princesa Odette, la protagonista del ballet, su encuentro con el príncipe Sigfrido en el bosque, a la orilla de un lago, el eterno amor que surge entre ellos y cómo fue transformada en cisne por el hechicero Von Rothbart,  -ay, !qué emoción!, se oyó decir al “suave” con un profundo suspiro-,  y a medida que nos explicaba  la trama  iba comprendiendo lo  ocurrido en el escenario  que hasta entonces solo me había parecido una retahíla de saltos, carreritas y volteretas refinadas;  me enteré  también que las paradas y los saltos tenían su nombre,  amablemente nos ilustró  el arabesque, que era cuando la bailarina se paraba en la  punta de un pie; el fouette, o serie de giros sucesivos; el entre chat, cruzamiento de los pies cuando el bailarín ha dado un salto, la música de Tchaikovsky,  en fin una verdadera disertación de detalles técnicos que una vez que conocí me hicieron apreciar la obra de mucho mejor manera y solo se interrumpió cuando pidió que la excusaran para ir al baño;  como  saben siempre en las fiestas, espectáculos  o  cualquier otra reunión las mujeres tienen que ir al baño,  de inmediato de alguna de las presentes surgió  la pregunta obligada : ¿quieres que te acompañe?, porque parece ser que las mujeres tienen la costumbre de ir juntas a este sitio  aunque casi no se conozcan, no sé si será por un asunto de solidaridad automática, fisiología compartida o forma de confraternizar en un ambiente más restringido,  pero lo que me dejó paralizado fue la respuesta de Esmeralda :   

--No, gracias, voy sola, yo soy una meadora solitaria,  y de inmediato esbozando una espléndida sonrisa se dirigió al lugar donde la biología la reclamaba.  Regresó a los pocos minutos como si nada, yo no sabía cómo retomar la conversación pero atiné a  preguntarle: ¿Y cómo es que aprendiste todo esto del ballet?

-Estuve muchos años estudiando en el Ballet de Camagüey y el proceso de formación para una bailarina profesional es muy duro, hay que estudiar historia y técnica de las danzas  folclóricas, española y europeas, música,  actuación, francés,  ruso  y en fin,  un montón de cosas más,  allá fui corifeo, solista y alcancé hasta primer solista, bailé Giselle, Coppelia, El Lago, pero uno de mis tobillos no me quiso acompañar más en esta ardua faena, tuve que dejar el ballet cuando estaba quizás en mi mejor momento y echar por tierra  mucho de lo que durante años había estudiado.

-Y entonces, ¿a qué te dedicaste?

-A la política,…ahora soy miembro del Comité Central del Partido Comunista.

La función comenzaba nuevamente y por segunda vez en pocos minutos una respuesta de esta mujer me dejaba anonadado, pertenecer  al CC significaba haber ascendido muy alto en el escalafón  político  cubano, sin dudas además de culta y camagüeyana se trataba  de una mujer interesante y hasta poderosa.

Nos dirigimos a nuestros  asientos, ella con deseos de que la representación se extendiese lo suficiente como para sentirse más identificada con Odette, yo con la aspiración más ardiente de que terminara cuanto antes para poder hablar de nuevo con ella, tanto que cometí la imprudencia de  levantarme  antes de que terminara la función,  me coloqué cerca del portón por donde debía salir Esmeralda, para  nueva sorpresa  allí estaba también nuestro amigo común, el que nos había presentado apenas minutos antes:

-¿Qué, también te aburriste con estas payasadas?

-Sí, ese brincoteo no lo resisto, esto no está hecho para nosotros…

 Los aplausos señalaron el fin de la obra, segundos más tarde  salía Esmeralda  con un  andar  erguido,  mentón en alto, el  paso rápido, como si fuese la dueña de parte de esos aplausos que aun resonaban en la sala y se los llevara por merecidos;  pasó por mi lado, me saludó ahora a modo de despedida y solo alcancé a preguntarle:

-¿Nos veremos nuevamente?

-No lo sé, quizás, - me respondió- mientras se alejaba  con nuestro amigo común hacia un auto que los esperaba.

 Entretanto el dominó transcurría  de manera que no me favorecía, el hermano de Vicente me propinó  dos pases consecutivos, la ventaja inicial que tenía se había esfumado y aunque por el momento ambas parejas estábamos más o menos igual  las cosas no pintaban bien de mi lado, mientras Vicente retomaba  la palabra para continuar su narración que a estas alturas ya  interesaba a todos:

-La vi alejarse  y quedé con la idea de que tenía que volver a verla, tardé tres ó cuatro  días en contactar a nuestro amigo común para que me facilitara  su  teléfono o dirección,  al fin los conseguí, al amigo, los números y una importante indicación: cuidado con esa mujer, no es nada fácil, ha hecho una carrera meteórica en el Partido, ya está en un muy alto nivel, a donde tú ni siquiera imaginas, y el esposo también…

-¡La tipa era casada!- exclamó alguien.

-¿Entonces no te la pudiste “echar al pico”?-inquirió ahora el Negro.

-No le digan “la tipa” coño, y el otro con que “si me la eché al pico”, ustedes siempre están en la vulgaridad, por eso es que no progresan, me paso la vida haciendo esfuerzos para que se eduquen, para que adquieran cultura y nada -afirmó Vicente mientras hacía un movimiento de desconsuelo con la cabeza-,  en verdad, pasé varias semanas tratando de comunicarme con ella pero imposible, llamaba, llamaba y siempre salía alguna secretaria diciendo que no se encontraba, que andaba por provincias, en el extranjero  o en una reunión, ya casi la había olvidado  pero la casualidad nuevamente me jugó una buena pasada, casi nos topamos de narices en una de las tantas visitas de la Dirección Nacional del Partido al Ministerio;  no la saludé de inmediato sino que  salí corriendo a buscar una flor que le entregué junto a una nota  también escrita a toda prisa: Una flor solitaria para una meadora… solitaria, la recibió y rió  de la ocurrencia, comenzamos a hablar  como si nos hubiésemos visto ayer;  me olí que algo andaba mal en su matrimonio, eso  te lo dice la intuición,  se siente, es algo  que las mujeres no pueden ocultar, y que llegaba mi oportunidad como en efecto  fue; al terminar la visita ya habíamos acordado vernos al siguiente día en un restaurant de las cercanías,  por supuesto esto fue solo un primer acercamiento al que siguieron otro y otros hasta que ocurrió…lo que tenía que ocurrir…

Al decir esto una arriesgada jugada de Vicente había inclinado el juego a su favor, me  tenia molesto con su perorata interminable y la habilidad demostrada para revertir lo que prometía serle una sonora derrota;  las cervezas corrieron animadamente de la mano de Cheo, el encargado del “tiro” (venta ilegal) mientras la gradería se alborotaba.

          -¡Asere te la comiste!-exclamaron por ahí-,  buena jugada esa  y buena inteligencia con lo de la tipa, digo, la compañera, por fin “te la echaste”…

          -¡No digas eso, bruuuuto!-intervino el “suave”- siempre con tus animaladas, se dice “hicieron el amor”…

         -Bueno, pero ¿por fin  qué ocurrió?, –preguntó Lina la santera, de las pocas mujeres entusiastas del dominó-, porque aquí todos los hombres se creen que son  un fenómeno, los más machos del mundo, y a la hora de la verdad muchos lo que hacen es el ridículo –concluyó mientras paseaba su mirada por el auditorio mayoritariamente masculino-.

         -Pues nada, Lina, -prosiguió Vicente- que terminamos en un hotel, y por cierto, por poco hago el ridículo como tú dices, pero bien, el asunto transcurrió así: como es natural llegamos en la noche, ella interesada en ser discreta  y  yo orgulloso de mi conquista,  minutos más tarde nos besábamos con enormes deseos, casi con furia  y con toda la libertad que nos permitía la intimidad de la habitación…

         -¡Ay, que emocionante, esto  parece  una novela brasileña!-interrumpió nuevamente el “suave”.

         -¡Cállate ¨suave¨ y no jodas más, que ahora es cuando esto se está poniendo bueno!- dijeron varias voces mezcladas.

         Nuevamente  Vicente tranquilizó al auditorio, el juego  se había detenido, en este punto todos seguíamos  la narración: los morbosos veían llegado el buen momento de la historia, el resto la seguían esperando el desenlace del  encuentro amoroso,  sin dudas  mi contrincante poseía una rara habilidad para atraer la atención de la gente.

       -Sí, -continuó Vicente-  luego de los besos iniciales dio  algunas vueltas  por toda la habitación con ese andar erguido muy  suyo:  frente y mentón en alto, desafiantes, ojos fulgurantes escudriñándolo todo, el paso enérgico aunque fácil, con esa extraña firmeza que suelen mostrar las bailarinas cuando recrean el momento dramático de una obra; así estuvo unos segundos  hasta que como si se hubiera convencido de que todo andaba bien entró en un momento más relajado y me indicó que iba a bañarse,  llamó mi  atención que dejase la puerta de la pieza entreabierta  a través de la cual podía ver y adivinar su figura a medida que se despojaba del vestido, sin dudas, y en esto espero que todos estén de acuerdo conmigo, las mujeres cuando mejor lucen es cuando están sin ropas; tenía una figura esbelta, de piernas bien torneadas con músculos firmes,  potentes pero delicados, torso enhiesto, abdomen muy plano,  senos  pequeños, cuello largo y  fino, el pelo recogido  atrás en un moño corto de un intenso color negro que hacía un hermoso contraste con el verde profundo de sus ojos:

        -Creí que cuando hacías uso del baño siempre ibas sola y te encerrabas-le dije-.

        -Eso es cuando voy a los de uso  público, contigo no me preocupa que estés ahí mirándome…pero  por qué te has quedado  paralizado -me recriminó-,  me vas a decir que nunca has visto una mujer desnuda…

        -No, no es eso, simplemente pensaba que  has llegado y con la mayor naturalidad del mundo te lo quitas todo y…, en fin,… creí que eras más bien  recatada…

        -No, no lo soy,  es  diferente -me interrumpió- , donde trabajo también las mujeres tienen la costumbre de ir al baño “en pandilla” y esto puede  resultar peligroso, tenemos la mala costumbre de chismear acerca de todo, y allá ese todo lo escuchan y hasta lo graban, más de uno ha salido muy mal parado luego de una conversación aparentemente inocente o un desliz o un rumor propalado en alguno de estos sitios donde  la lengua a veces se suelta más de lo debido y en ocasiones  suele ser peor que las armas,  aquí me puedo dar el lujo de dejar la puerta entreabierta…

       -Espera, ¿me vas a decir que a ustedes, los del Comité Central, los chequean constantemente, los espían­ hasta en el baño?

       -Pues claro que sí, o qué pensabas,  y considerablemente más que al común de la gente lo que ya es mucho decir,  cabezas de ministros, generales  y otros altos funcionarios han rodado  por haberlo olvidado y verás que pronto caerán otras más;  mira cariño en política, y yo he llegado a un escalón bastante alto, se puede  ser muchísimas cosas  menos  ingenuo o hacer muchísimas cosas excepto el ridículo, eso habitualmente se paga y caro.

       -¿Incluso allí donde se supone que está  la vanguardia, la gente más probada, más confiable y  fiel a esta sociedad, donde los camaradas confraternizan casi como verdaderos hermanos? 

       -Allí más que en ningún  otro sitio,  la vigilancia es… oye, ¿has estado alguna vez en un submarino?

      -No, nunca  pero ¿qué tiene que ver el submarino con lo que estamos hablando?

       -Yo si estuve  en uno hace algunos años  cuando  fuí  a la Unión Soviética  y te digo, la vigilancia que nos tienen encima es…como un peo en un submarino…

       No pude menos que echarme a reír con ganas, la camagüeyana  había tenido la salida que menos imaginaba pero me repuse de las carcajadas para preguntarle:

      -Pero ¿cómo es eso?

       -Pues muy sencillo, cuando se lo tiran se escucha  en donde quiera, de una punta a la otra, se sabe que está ahí, luego va penetrando por todos los sitios, se cuela por las rendijas, por los resquicios, ocupando todos los espacios, se siente, se huele a la distancia, y  queda  anunciando su constante y desagradable presencia, poco a poco se va atenuando y parece que terminó sin embargo, cuando menos  lo esperas  reaparece, quizás lo hayas olvidado pero está ahí, siempre presente…

     -Entonces vives aterrorizada…

      -No, no precisamente aterrorizada,  pero si con  temor y molesta…, si hay algo que no resisto es  la vigilancia constante, pero es algo con lo que hay que aprender a vivir, es como estar metido  en la guerra fría, o  en  la paz caliente, donde siempre se busca  un enemigo y si no aparece se inventa, la rebatiña por el poder…

     - ¿Rebatiña por el poder?

      - Claro amigo, despierta, la lucha por las cuotas de poder siempre ha existido en todas las sociedades y esta no va a ser la excepción, mira, esto aquí funciona con la misma lógica del capitalismo: eliminar a la competencia y controlar el mercado, la diferencia es que ellos lo hacen a nombre de lo privado y del capital, nosotros a nombre del pueblo y de lo social, pero el resultado de la ecuación es el mismo:  quítate tú  pa´ ponerme yo…, quien mejor sepa hacer este juego más tiempo se queda en la cancha, lo demás, los discursos y las peroratas,  son  antologías de tonterías, una vez que conoces este mundo solo puedes  llegar a la conclusión de que existen grandes diferencias entre la Cuba que tenemos, la que soñamos y la que, al menos, necesitamos…

      -¿Y tú en cuál estás?

       Una  buena jugada mía me daba de nuevo ventaja y detuvo momentáneamente la narración, sin embargo,  la gente, mucho más interesada en la historia  apremió a continuarla y el orador  no se hizo de rogar.

       -En las tres -me respondió- vivo en la que tenemos, lucho por la que necesitamos, aunque  tal vez no me lo creas, y anhelo alcanzar la que soñamos, pero la vida, cariño, es como es, y aunque en ocasiones transcurre  entre lo fantástico y lo absurdo, lo verdaderamente difícil es

cambiarla…

      -Cuando te conocí supe de inmediato que eras una mujer especial pero no imaginé qué tan especial, es que me sorprendes cada vez que hablas pero  no vinimos aquí solo a hablar de política aunque  el tema me atrae y he aprendido muchísimo de estas cosas contigo…

      -Claro que tienes que haber aprendido, tenías una dosis de ingenuidad intolerable y me parece que ya te la he disminuido bastante aunque  el instinto del macho se sobrepone a todo lo demás, ¿no es así?, fíjate, aun nos quedan cuatro horas aquí y en cuatro horas se pueden hacer montones de cosas… 

    -Entonces por fin te la…-dijeron varias voces casi al unísono-.

    -¡Silencio!, –intervino nuevamente Vicente- evitando que surgiera la palabrota.

    -¡Ay qué lindo!-volvió a la carga “el suave”, cuando yo lo digo, esto está mejor que las novelas brasileñas…

     -Pues sí, respondió Vicente, y de qué manera;  logré sobreponerme a un cierto temor inicial, quería hacer el papel de  “superman” pero la arrancada no fue buena,  ella se percató y simplemente me advirtió que no tenía necesidad de hacer alardes innecesarios, que fuera  natural porque  en esta batalla no iba a haber vencedores ni vencidos;  después todo fue como una magia, tenía razón Esmeralda al decirme que en cuatro horas se podían hacer montones de cosas y efectivamente las hicimos y de mil maneras, me quedo corto si les digo que al terminar este tiempo habíamos quedado sin aliento, si  hubiésemos  sido comunistas ella me habría  regalado una banderita  y  yo le hubiese otorgado un diploma de reconocimiento, bromas aparte creo que todos, sin excepción, guardamos en nuestros corazones  el  recuerdo imborrable de una noche  de amor, el mío  fue el de aquella noche…

    -Bueno, ¿y después qué?, ¿cómo quedó todo?, intervino nuevamente Lina mientras la partida, al igual que el relato iban llegando a su final.

    Vicente había quedado con una sola ficha y el instinto me decía que era el pesado doble nueve, tenía en mis manos la posibilidad de trancarlo y propinarle una sonora derrota o pasarle el encaje para que colocara la incómoda pieza y  ganara él, opté por dejar correr el tiempo y escuchar el final de la historia que tanto nos había interesado y conmovido.

    -Pues te diré Lina que el amanecer nos sorprendió con ese torrente de luz que inunda a La Habana anunciando el nuevo día, Esmeralda tomó sus ropas, se vistió y salió de la habitación a toda prisa no sin antes advertirme que la dejara marchar sola,  me asomé a la ventana y alcancé a verla mientras caminaba por la calle. No volví a saber de ella hasta hace unas semanas cuando recibí una carta de España, contenía solo una foto del monumento dedicado a Cuba en el Parque del Retiro en Madrid, al dorso, una nota de su puño y letra :

      Cariño, creo que al igual que Odette y Sigfrido nunca nos olvidaremos el uno del otro pero la vida es como es y  tuve que marcharme, en una oportunidad me preguntaste si nos volveríamos a ver  y  no lo sé, quizás,  porque  “El hecho es que todos nuestros disgustos traen su origen en una sola locura” y su firma, con el tiempo pude averiguar que la frase entre comillas es original de Tula, la brillante poetisa camagüeyana.

       La gente lo aplaudió sincera y espontáneamente  y  no pude menos que también admirar su relato, una caprichosa fusión de la Cuba del siglo XXI con la del siglo XIX, del amor con la política, la realidad con la poesía, del Gran Teatro de La Habana y su Lago de los Cisnes con el humilde parque del barrio y su dominó. Me correspondía hacer ahora la jugada que decidía el juego, el resultado estaba en mis manos, opté por darle el encaje para que lograra colocar el pesado doble nueve y que ganara la partida, la tenía merecida, en esta oportunidad la historia sí lo había tocado profundamente, el triunfo era el premio que podía otorgarle.

 

 

©Dr. Antonio Llaca.

 

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