Los pueblos de América tienen derecho a la democracia que debe ser la única forma legítima de gobierno en nuestro continente.
El proceso de Cumbres de las Américas se ha convertido en un mecanismo de diálogo político del máximo nivel que orienta al sistema interamericano. Durante poco más de una década estas Cumbres han ayudado a fortalecer el compromiso de la región con la democracia.
En la Tercera Cumbre realizada en Quebec en 2001, los 34 líderes elegidos democráticamente en el hemisferio occidental dieron instrucciones a la Organización de Estados Americanos para que negociara una Carta Democrática. El 11 de septiembre, precisamente el mismo día en el que se produjeron los ataques terroristas en Nueva York y Washington, la OEA aprobó en Lima dicha Carta .
En la Carta Democrática Interamericana se estableció que los pueblos de América tienen el derecho humano a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla. Asimismo se vinculó a la democracia con el desarrollo estableciendo de manera clara que son interdependientes y que el sistema de gobierno democrático es requisito esencial para el desarrollo económico, social y político. Es decir que se cerraron los portillos del derecho interamericano para cualquier vía hacia el desarrollo que se aparte de la democracia.
Así también se estableció que la democracia es la única forma legítima de gobierno en las Américas.
Sin embargo todavía hay agendas pendientes en la construcción democrática. En palabras del Secretario General de la OEA José Miguel Insulza: “El déficit de gobernabilidad que afecta a la mayoría de las democracias de la región es el principal problema que América Latina y el Caribe deben superar.”
Y está asimismo el tema de países con Presidentes democráticamente electos quienes una vez instalados en el poder ejercen el mismo de modo autoritario llegando incluso a debilitar y subvertir el estado de derecho y las instituciones democráticas.
Dichos mandatarios tienden a concentrar el poder, político y económico, a violentar la independencia de los poderes, a restringir las libertades electorales, de expresión y de asociación, a ilegalizar partidos de oposición, así como a perpetuarse en el gobierno con fórmulas que incluyen la continuidad en el cargo del mismo Presidente o bien de sus parientes más cercanos.
La legitimidad en la elección no siempre se traduce en legitimidad del ejercicio. Y en algunos casos hay serias dudas sobre la legitimidad de la elección. Cada vez más se va perfilando como tendencia predominante un “hiperpresidencialismo autoritario dentro de la democracia” que incluye tanto a gobiernos que se autodenominan de izquierda como a gobiernos abiertamente de derecha.
La Carta Democrática Interamericana constituyó sin duda alguna un paso adelante para la causa de la democracia en las Américas. Pero la creatividad de los autoritarios es tal que será necesario irla perfeccionando hasta limitar la acción de los que utilizan el sistema democrático para llegar primero de modo legítimo o ilegítimo al poder y luego ejercerlo de manera antidemocrática.
Por lo demás continúa pendiente la cuestión de Cuba, un estado miembro de la OEA que fue suspendido del organismo desde 1962 porque su sistema marxista-leninista de partido único se consideró incompatible con el espíritu y los valores democráticos del sistema interamericano.
Ojalá que la Quinta Cumbre de las Américas que tendrá lugar en Trinidad y Tobago a principios de 2009 se pudiera ocupar de los temas de la consolidación, defensa y perfeccionamiento de la democracia, incluyendo por supuesto la gobernabilidad, la legitimidad del ejercicio y las indispensables sanciones para los autoritarios de nuevo tipo.
Porque todos los pueblos de América, sin excepción alguna, merecen los derechos y las libertades fundamentales proclamados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en la Convención Americana sobre Derechos Humanos y deben disfrutar específicamente el derecho a la democracia establecido en la Carta Democrática Interamericana.
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