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El abstencionismo es una trampa peligrosa

POR José Esteban González Rappaccioli

El autor es fundador de la CPDH y presidente nacional del PSC.

 

Los abstencionistas tienen razón al denunciar que los pactistas quieren imponernos un bipartidismo férreo apoyados por fieles colaboracionistas.  ¿Y quiénes son éstos? Hay dos grupos principales: Por un lado, los mini-partidos de la Convergencia que tratan de conservar su personería. El Frente Sandinista los trata con desprecio, pero allí siguen sus desacreditados dirigentes, expectantes y hambrientos, con la calculadora en la mano.

El otro grupo lo forman colaboracionistas inconscientes que promueven el abstencionismo por motivos aparentemente éticos. Alegan que al correr en la casilla 1, Eduardo Montealegre se ha convertido en peón del pacto. “Votar por Montealegre —afirman— es votar por Arnoldo y por el pacto”. Entre los sostenedores de esta posición simplista figuran destacados miembros del Partido Conservador y del MRS que esgrimen la supresión de su personería como demostración de su tesis. Su reclamo contra la arbitrariedad del CSE merece total respaldo pero no así su campaña en favor del abstencionismo.

En efecto, es un hecho que la influencia de Alemán en el liberalismo está contrabalanceada internamente por Enrique Quiñónez y, externamente, por Eduardo Montealegre, respaldado por más de 700,000 votos en las pasadas elecciones. Además, los votantes en la casilla 1 incluyen a militantes de partidos como el PUCA, Camino Cristiano, el PALI y a leales aliados de Montealegre como el PSC, el PLI, un importante sector de conservadores, la Resistencia y APRE, con trayectoria e influencia variables pero innegables. Señalar a éstos como pactistas no es serio.

Un análisis a fondo lleva a la conclusión de que la campaña abstencionista ha sido concebida por expertos del danielismo. Éstos, argumentando actipactismo e incorruptibilidad, tratan de convencer a los demócratas de que no debemos mancillarnos votando en la casilla 1. Cualquier conocedor de la historia y de la sicología colectiva sabe que este mecanismo ya fue utilizado en el pasado. Lo utilizaron Hitler y Mussolini para retrasar la entrada de Estados Unidos en lo que presentaban como un problema exclusivamente europeo. Fue también utilizado por la URSS, movilizando y financiando a pacifistas de Europa Occidental para ocultar y justificar su propia carrera armamentista. Hoy, lo está utilizando el castro-chavismo en nombre de la unidad latinoamericana precisamente para romper la unidad continental representada por la OEA. Debemos también recordar ejemplos impactantes de nuestra propia historia reciente. En los años ochenta, los dirigentes sandinistas —hoy, algunos de ellos, apreciables dirigentes del MRS— esgrimían el antiimperialismo para justificar el alineamiento del régimen sandinista con el imperialismo soviético. Alegando antiinjerencismo, Daniel Ortega logró imponer en reuniones de la Junta de Gobierno la presencia de un agente cubano que se reportaba directamente a Fidel Castro y “bajaba” sus instrucciones a la JGRN. (Lo han revelado ex miembros de la Junta de Gobierno). En las pasadas elecciones, el orteguismo logró mantener dividido al electorado democrático convenciendo a ambos candidatos principales de que ganarían por mayoría absoluta. El FSLN los manipuló de tal manera que las alianzas PLC y ALN terminaron neutralizándose recíprocamente, colocando a Nicaragua en la terrible situación actual.

De igual manera, hoy, los estrategas del Frente Sandinista, apoyados por expertos en guerra sicológica, tratan de estimular en los demócratas bien intencionados, sentimientos patrióticos, de dignidad y de incorruptibilidad —valores que los manipuladores desprecian— convirtiéndolos en ejecutantes inconscientes de los planes del FSLN. El resultado sería exactamente lo contrario de lo que los “incorruptibles” persiguen: el voto prosandinista saldría fortalecido. En breve, los que alegando antipactismo promueven la abstención, ayudan al binomio Alemán-Ortega a seguir imponiendo su voluntad. Sin proponérselo, los demócratas abstencionistas se están convirtiendo en aliados objetivos y eficaces cómplices del pactismo y de la impunidad de lo corruptos. No obstante sus mejores intenciones, su campaña propicia el triunfo del sandinismo orteguista, de liberales pactistas y de batracios variopintos.

Recordemos el garrafal error en las elecciones de 1984 cuando la Coordinadora decidió abstenerse alegando falta de garantías. Al no participar, el FSLN y un puñado de aliados suyos fueron los únicos electos. Fueron ellos —y no los inmaculados abstencionistas— los que redactaron la Constitución que todavía nos rige. El abstencionismo fue también el gran elector de Chávez en Venezuela… y ya vemos las consecuencias.

No permitamos que los corruptos caudillos pactistas —el dictador-carcelero y su aterrorizado rehén— se lleven todo el paquete. Para vencerlos, hay que votar. Por lo tanto, no creamos ni repitamos consignas abstencionistas porque, hoy como siempre, la sensatez debe prevalecer frente a posturas irreflexivas y viscerales.

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