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Notas sobre el referéndum de Chávez y el viaje a Caracas

TOMAS JOCELYN-HOLT

VICEPRESIDENTE DE LA INTERNACIONAL DEMOCRATA CRISTIANA


Hay quienes creen que mi interés por Venezuela sale de mi obsesión por Chávez. En realidad, no es así. Mi abuela era venezolana. Ella y su familia – tres hermanas Viale-Rigo Urbaneja - se habían venido con sus hijos en 1906 a Chile arrancando de Cipriano Castro. Mi tatara-abuelo había nacido en Córcega y mi tatara-abuela era hija de Diego Bautista Urbaneja. Ambos terminaron enterrados en Concepción. Siempre me pareció raro. ¿Una familia franco-venezolana en Concepción? Si le agregamos que mi abuelo era un contador de origen irlandés-peruano, nacido en Iquique, y que conoció a mi abuela en el sur - de chico, yo terminaba pensando que el sur de Chile tenía un clima cosmopolita solo comparable al siglo de oro español. Después me di cuenta que no era tan así.

Esa familia venezolana si bien se asimiló, siempre vivió pendiente de sus raíces. Varios tíos volvieron. Cuando en un viaje patrocinado por la KAS en el año 2003 (para trabajar con los equipos de la Coordinadora Democrática) me entrevistaron en un canal de televisión en Caracas, una tía (a quien no conocía entonces) reconoció el apellido en pantalla, llamó al canal y pidió contactarse. Desde entonces, me he reencontrado con una de las raíces de mi papá y he viajado en innumerables oportunidades.

Me encanta Venezuela. Su historia y su gente. Me encanta Caracas, sus desniveles, clima y costumbres. Hay amigos míos que me miran raro cada vez que digo que entre Colombia (donde vive mi papá) y Venezuela, me quedo con Venezuela. Al salir del aeropuerto Maiquetía y traspasar esos dos túneles hechos por Pérez Jiménez, uno se adentra en una ciudad que todavía conserva aspectos de los años ’50, junto a una arquitectura variada fruto de los ingresos del petróleo y barriales que se han multiplicado por los cerros. La alegría vital, el ron, el toque caribeño…. En fin. Esto es sólo para despejar que mi cariño por Venezuela es sincero y no arranca de una obsesión por Chávez.

Eso si, he vuelto para el referéndum revocatorio (2004), para la elección entre Chávez y Rosales (2006), para el plebiscito sobre las reformas constitucionales (2007), para la campaña para las gobernaciones y municipios (2008) y, ahora, para este nuevo referéndum. He participado en seminarios de discusión sobre Venezuela, patrocinados por alemanes y franceses. Otros, patrocinados por norteamericanos. He conocido a buena parte de su dirigencia, sea que provenga de los partidos, del mundo de las empresas y medios de comunicación, del mundo universitario y estudiantil e incluso militar. Por eso me sorprendió que uno de mis amigos de FB me preguntara hace días “¿a qué título voy a Caracas”?.... como si yo quedara en “evidencia” de algo sospechoso…. Espero que lo anterior tranquilice definitivamente su curiosidad.

He construido una sincera amistad con Francisco Usón, el general (ex ministro de Hacienda de Chávez) que lo acompañó cuando sufrió el golpe en el 2002 y que después Chávez encarceló de modo inexplicable por cinco años en la cárcel de Rabo Verde. Mi relación con él nació cuando su mujer vino a Chile a buscar apoyo de la presidenta Bachelet y su madre, considerando que ambas familias habían sufrido encarcelamientos parecidos como militares. Lamentablemente, no encontraron mucha solidaridad. Después, esa amistad se profundizó cuando lo visité en Ramo Verde y conocí a un sinnúmero de militares (todos colaboradores de Chávez en algún momento) que estaban detenidos por las más variadas razones, pero que - en buenas cuentas - habían sido purgados por el gobierno.

El más impactante era el caso del capitán Otto Gebauer que había cuidado a Chávez durante su cautiverio en ese golpe frustrado y a quién Chávez le pide que lo acompañe cuando lo vienen a buscar, temiendo lo que le podría pasar. En gratitud, Chávez le regaló sus botas. Pronto, se le vendría encima una condena por 12 años y que aún sirve preso. Ninguna de estas personas era de oposición. Habían sido TODOS chavistas y colaboradores estrechos. En este viaje, uno de los encuentros que más valoré fue reencontrarme con Francisco y su mujer, ahora en libertad condicional (hasta octubre en que se cumple su condena). Comimos juntos el viernes y conversamos hasta cerca de las 3 AM.

En esta ocasión, mi primera impresión al llegar a Venezuela el viernes pasado era un ambiente tranquilo. Como que demasiado tranquilo. Nada que ver con los procesos anteriores. El trayecto del aeropuerto a la ciudad estaba plagado de propaganda del SI. No podía sino recordar el plebiscito de Pinochet y la similitud con la gráfica del SI de entonces. Aquí el desequilibrio era evidente, pero no me extrañaba ni me llamaba particularmente la atención. Poco tráfico. Chávez cerraba la campaña en una población cercana al aeropuerto. El gobierno no escatimó recursos. Se volcó con todo a ganar. Según me dicen, las misiones incrementaron la repartija de útiles y enseres en poblaciones. Pero más relevante era que Chávez había logrado revertir una disidencia notoria de muchos de sus partidarios desencantados en el referéndum constitucional del 2007 y que ahora volvían al redil. El gobierno estaba más cohesionado.

Personeros como Diosdado Cabello (un militar aliado que se le había independizado y que muchos creyeron que trabajó en contra de Chávez en el 2007 y con claras intensiones de sucederlo) había perdido la gobernación de Miranda (algunos dicen que con la alegría de Chávez) y estaba nuevamente en el gabinete bajo la mirada y el control de su superior. Paralelamente, el presidente había moderado su discurso, llamando a la paz y reconciliación en sus alocuciones eternas por cadena de televisión. Incluso, un atentado a la sinagoga principal terminó rápidamente esclarecido por la policía para evitar cualquier sospecha de involucramiento oficial (Venezuela rompió relaciones con Israel con motivo de su incursión en Gaza). En un intento por ampliar la base de apoyo de la consulta hizo modificar la propuesta para que no sólo fuera permitir la reelección indefinida del presidente, sino hacerla extensiva a todos los cargos elegidos.

Chávez convocó a este referéndum justo después de las elecciones de gobernadores y alcaldes en noviembre pasado, en que la oposición ganó varios estados emblemáticos junto con la alcaldía mayor de Caracas. Esta nueva consulta no estaba prevista y la convocó justo después de esos comicios. La oposición objetó que con ello él pretendía volver a planear una cuestión rechazada en el último referéndum constitucional (2007). A pesar de ello, la justicia electoral validó la consulta. Ni el CNE ni la Asamblea Nacional fijaron la fecha de la misma, sino fue Chávez. Algunos especulaban que con ello, pretendía anticiparse a un muy mal año económico y antes de que pudiera sufrir su impacto en la opinión pública. Fue una campaña muy corta. Chávez como que se jugó una carta audaz del todo o nada, aún cuando – si perdía – la consulta no tendría efecto alguno. No cambiaría la duración del mandato presidencial (que termina en el 2013) y aún podría – triquiñuelas mediante – plantear nuevamente la reforma vía una iniciativa popular. Algo así como interpretando de que se puede plantear hasta que finalmente se gane….

Aún con todo, la oposición confiaba ganar. Tenía la secreta esperanza de que si muchos votaban, eso la favorecería. Pero cuando uno preguntaba por la campaña del NO, descubría que no había mucha actividad. Era como si confiaran que los mismos números que se le dieron en el referéndum constitucional y en las elecciones locales se les repitiera automáticamente. Se habían ganado varias gobernaciones y alcaldías emblemáticas, y se sentía que Chávez comenzaba su desgaste definitivo. Ciertamente, hubo algunos actos multitudinarios, pero había un relajo que me llamó la atención. Ya no existía preocupación por las máquinas capta-huellas que generaron todo un lío en el 2004. Tampoco, el padrón parecía motivar los cuestionamientos pasados. Todos estaban aún asimilando las nuevas gobernaciones y alcaldías. Antonio Ledezma en Caracas era un triunfo importante. Había nuevos espacios que quitaban dramatismo y si bien nadie lo confesaba, ese nuevo cuadro consumió cualquier ansiedad sobre el proceso actual. A lo más, existía el temor de que Chávez no reconocería su propia derrota.

Pero todos se abalanzaron sobre el Consejo Nacional Electoral y la oposición acreditó apoderados y 20 observadores internacionales. Asimismo, confiaban en su propia cobertura de apoderados en poco menos de 40 mil mesas en todo el país. Los temores no estaban en el acto electoral, en si, sino en la desequilibrada campaña previa y en lo que podría ocurrir con una súbita prolongación de dos horas en el funcionamiento de las mesas (entre las 4 a las 6 PM) decretada por el CNE y durante la cual podría haber un acarreo masivo de votantes oficialistas. Ya algo parecido ocurrió en el 2004 cuando el proceso electoral se extendió hasta las 10 y 11 PM, con dificultades y reclamos de todo orden. Como el voto es voluntario (para que tomen nota aquellos partidarios de instalarlo en Chile), no se esperaba más del 65% de participación a todo reventar. Cualquier porcentaje por sobre eso, se consideraba forzado y con claras intenciones de alterar las tendencias durante el día.

Lo único que alteró la tranquilidad del día previo fue la decisión sorpresiva – el viernes - de expulsar a un eurodiputado español (del PP) que formaba parte de una delegación de cinco miembros, ninguno de los cuales con un perfil particularmente conocido. Las declaraciones que motivaron su expulsión fueron su queja de la ampliación del horario de votaciones y que decisiones como ésa se veían sólo en dictaduras. Minutos después que la presidenta del CNE insinuó su expulsión por TV, funcionarios de la DISIP llegan al hotel. Lo agarran, lo llevan al aeropuerto, le entregan su pasaporte y lo convierten en un héroe internacional. Genera un incidente diplomático y Chávez se ve obligado a referirse al tema en su última alocución de horas el sábado, la noche previa a la votación. Ya a esa hora de la noche, Chávez no me parecía con la chispa ni la simpatía que normalmente exhibe en TV. Más bien latero y lento, lleno de digresiones para una reportera de EFE que se llama igual que una niña italiana de su ciudad natal en Barinas, y cosas por el estilo… Me quedé dormido con su retórica y la televisión prendida.

A las cuatro de la mañana, escucho fuegos artificiales y toques de diana (si…. esas propias del ejército) en las cercanías de mi hotel. Los canales oficialistas daban cuenta de entrevistas a “brigadistas” del SI, ya despiertos y listos para el gran día. Me habían advertido que la rutina de diana era frecuente en zonas populares. Yo volvía a dormir, siempre con todo esto encendido.

En la mañana, me sorprendió como todos (gobierno y oposición) hacían los mismos llamados a votar temprano y el cuidado que debían tener en cerciorarse de no salirse de la cámara secreta hasta ver confirmada con un tilde su opción en la máquina de votación. Todos estaban interesados en motivar la votación. Con eso así, yo ya no veía cómo alguien pudiera acusar fraude. El clima era tranquilo. Todos estaban confiados en ganar. Querían estimular la participación electoral y llamaban a votar en confianza. Primera vez en años que escucho la misma música entre el gobierno venezolano y su oposición. Nada que ver con los procesos anteriores. La votación misma fue rápida. No hubo largas colas para votar y los votantes demoraban muy poco en entrar y salir.

Sólo una denuncia sobre el carácter indeleble de la “tinta indeleble” (que no lo era), una detención de 24 estudiantes con parka de tales en Táchira (que un militar a cargo consideró propaganda electoral) y la discusión sobre dobles votaciones de personas a quienes su “comprobante” de la máquina (que debía ser depositado en la urna) arrojaba una votación nula o en blanco que no correspondía a su voto… Como esto afectaba a personas del SI y del NO por igual, no alcanzó a mayores. Si se polemizó el que no obstante ello, se autorizara votar por segunda vez a un par de figuras públicas ligadas al gobierno. Eso no correspondía. La tinta no era una cuestión mayor, toda vez que si no está acompañada de una objeción relevante a los padrones (como si existió en el pasado) y si no se acreditan dobles votaciones producto de ello, en realidad el tema se vuelve inocuo. Total, la tinta tiene por objeto evitar votar dos veces.

Lentamente, comencé a sentir la sensación de que el gobierno ganaría. Fuimos a una ONG llamada “Ojo Electoral” más bien ligada al mundo del gobierno (aunque yo los catalogaría de personas desencantadas de Chávez), donde sus directivos nos contaron sobre la metodología de sus exit-polls. Nos encontramos con el embajador de Canadá. Los números que ya manejaban presagiaban un triunfo del SI por 8 a 10 puntos (finalmente, fue poco más de ocho puntos). Una prima que me acompañó me retaba de que yo pudiera darles crédito a estos “ni-ni” (ni lo uno ni lo otro) y que era evidente que darían el triunfo a su opción no confesada. A pesar de ello, me parecía razonable la explicación que Luis Ávalos (un científico que alguna vez estuvo a cargo del organismo equivalente a CONICYT) me hacía de aquellas personas en barrios populares que simplemente votaban a Chávez por que “lo sentían propio” y, aún cuando sentían que había un despelote en la gestión local, corrupción de las misiones, etc… sentían que si ganaba la oposición ellos “volverían a ser invisibles”.

Chávez había logrado “esconder” la pregunta específica de la consulta (una reforma a la Constitución habilitando su reelección) por una decisión política sobre su liderazgo y cómo la población atesoraba las misiones dirigidas a ellos. La amenaza de que las misiones fueran eliminadas en caso de un triunfo opositor fue hábilmente usada por el gobierno y la oposición no logró salirse de una cuestión formal sobre la improcedencia de una consulta respecto de una cuestión ya rechazada y los peligros de la reelección indefinida. Era – por un lado - una posición demasiado “republicana” y confiada en la racionalidad de un electorado que - se esperaba – repetiría su voto de rechazo del 2007, versus un gobierno que manejó mejor la empatía con el electorado. Antes de las “misiones” había más de un millón de venezolanos que ni siquiera existía registro de su existencia. Son un excelente vehículo de intervención directa, independientemente del mal manejo, corrupción y despilfarro que representan. Hasta Manuel Rosales tuvo que comprometerse a mantenerlas de haber ganado la elección presidencial del 2006. Chávez logró generar temor por su permanencia y generar confianza de que él es necesario en su mantención.

Nadie sintió la amenaza futura de una reelección sucesiva como si llegó a sentir como una amenaza real las propuestas sobre la propiedad privada, el control de la economía, los cambios en los gobiernos regionales y el tema de la reelección en el referéndum del 2007. Chávez entonces planteó el tema como una cuestión de “modelo socialista” que generó divisiones en el oficialismo y pánico público. Hasta hoy, 60% de todas las encuestas en el país manifiestan rechazo a las opciones “socialistas” de Chávez y éste cuidó de no entrar en ello ante esta consulta popular. Por lo demás, en todas las votaciones previas, la oposición nunca había superado el umbral de poco más de cuatro millones de votos, y si Chávez perdió el 2007 fue porque sufrió la severa abstención de sus propios partidarios. Ahora, con el gobierno más cohesionado y una participación electoral mayor, la diferencia – a contrario de lo que pensó la oposición y según este centro de análisis electoral – debería favorecer al gobierno (esto terminó por ser totalmente cierto).

En síntesis, el acto electoral transcurrió en tranquilidad. El CNE dio por terminada la votación a eso de las 8:00 PM y entró en silencio hasta las 10 PM, obligando a todos los canales a abstenerse de dar resultados hasta que diera a conocer los propios. Sólo Jorge Rodríguez, jefe del comando oficialista desobedeció ese compromiso. Durante ese lapso, nos movimos por cuatro centros de la oposición: uno en el diario Nacional, otro en COPEI, otro pequeño llamado “Ayacucho” (en honor a un discurso de Simón Bolívar) y otro más grande donde estaban los estudiantes y toda la prensa. Los celulares de todos comenzaron a ser bombardeados por informaciones contradictorias, resultados estrechos, leves ventajas del NO y del SI, con regiones opositoras importantes por contarse. Después, supimos que todos temían que de darse a conocer una derrota antes del término del proceso los apoderados se habrían retirado y dejado abandonadas las mesas, corriendo el riesgo de dejarlas vulnerables a irregularidades. Supongo que los mensajes a los móviles algo podrían tener que ver con ello.

Los resultados dieron un claro triunfo al SI. La participación electoral se incrementó bruscamente (votó el 67%) y la oposición estrechó considerablemente su brecha con Chávez (de 60-40% en la última presidencial a los 8 puntos de diferencia actual). La oposición superó en casi un millón de votos su techo de siempre, lo que evidencia un desgaste del apoyo a Chávez no obstante toda la propaganda oficial. A pesar de las especulaciones, la oposición reconoció su derrota apenas se dio el informe del CNE y cerró este evento de mejor manera que cuando se anunció su derrota en el referéndum revocatorio y la derrota de Rosales. Esta vez dio la cara y mandó mensajes a sus partidarios (la mitad del país) de que no los abandonará y que los mantendrá organizados.

A pesar de ello, Chávez hizo dos cosas que me sorprendieron. La primera fue todo su discurso desde el Palacio de Miraflores sobre “el camino socialista”, su intensión de transformar a “Venezuela como potencia” y la consolidación de un proyecto “de largo plazo”…. O sea ahora le dio a su triunfo un contenido que no se atrevió a dar durante la campaña. Me sorprendió por que yo habría supuesto que un triunfo semejante lo moderaría. Pero no. Tal como me lo advirtieron algunos, Chávez en esto funciona al revés. Apuesta el todo o nada. Cuando gana, da cinco brincos para adelante. Todos esperan un Chávez más duro y no más conciliador. Lo segundo que me llamó la atención fue cuando – tan crudamente – afirmó ante todos que la decisión de esa noche había sellado “su” destino político y que a partir de ese instante se “consagraba” a Venezuela. La autoreferencia (para una propuesta que él se cuidó de no asociar a si mismo durante la campaña) y su autoproclamación como pre-candidato para el período 2013-2019 (20 años de chavismo).

Para mi era como volver a recordar la consulta de 1978 de Pinochet o la manifestación ante el Diego Portales cuando rompió relaciones con Filipinas después de su frustrado viaje. Pinochet tomaba esos hitos a lo personal. Aquí, lo mismo. Nadie se engaña sobre eso, pero que él crudamente le dé a este plebiscito un carácter decisivo para la proyección del régimen hasta el 2019, dirigido por él, es algo aún no internalizado por su electorado del modo que él cree.

Chávez tiene desgaste. Este resultado le inyecta un nuevo impulso. Después de ayer, adquiere una dimensión que no merece ser subestimado. Pero la oposición incrementó su votación absoluta y disminuyó su brecha con él. Dejó de depender sólo de la abstención de los partidarios del gobierno. Puede ser insuficiente, pero los números indican desgaste oficial en sectores populares. Si se agrega un pronóstico de un muy mal año económico y la disminución drástica de la chequera de los excedentes del petróleo, el gobierno pierde una de sus principales herramientas. Las misiones dependen de un precio del petróleo que ya no existe. Si hasta ahora ha sido posible gobernar con plebiscitos o actos eleccionarios anuales, el mismo ciclo económico lo vuelve cada día más difícil.

Además, en su discurso, Chávez mencionó tres de sus principales debilidades: la corrupción, la seguridad y la eficiencia. Como me lo dijo uno de sus ex - ministros, Chávez no gobierna. No se dedica a administrar. Eso lo hace en televisión, en programas como Aló Presidente. Ahí aprieta a sus ministros. Pero no está en el día a día o en la definición o monitoreo de metas de gestión. Tampoco tiene alguien que le haga ese trabajo. Personas como José Vicente Rangel (que tienen mayor peso y pueden actuar de contrapeso de los arrebatos presidenciales) no existen o están fuera del gabinete. Chávez no tiene un equipo y más se asemeja a un one-man-show.

Cualquier intento previo por haber buscado un sucesor del chavismo queda sepultado con este referéndum. Su círculo de incondicionales está dominado por figuras de menor peso (como Nicolás Maduro) o fanáticos (como Jorge Rodríguez, un psiquiatra que fue jefe del CNE, vicepresidente y ahora jefe de campaña del SI y que ayer flanqueaba al presidente) o poderosos bajo control (como Diosdado Cabello).

Buena parte de esta consulta popular tiene que ver con cierta obsesión que Chávez tiene de gobernar hasta morir en el cargo. Una motivación que ya parece no esconder. No parece existir un chavismo preocupado de institucionalizar y proyectar esta revolución más allá de su líder. No lo ha permitido en los círculos militares y, en los civiles, ha terminado por colocarse en contra del principal esfuerzo reformista de su propia gestión: la Asamblea Constituyente del ’99. Como se lo dijo hoy un ex - chavista extraordinariamente inteligente – Ismael García – “a Chávez, su propia constitución ya no le sirve”… Por eso necesita este referéndum. Guardando las proporciones, Chávez no tiene su propio Jaime Guzmán.

La oposición, por su parte, tiene sus propias tareas que asumir. Aún le falta penetrar mejor en un electorado popular que está desencantado de Chávez, pero que sigue votando por él. Le falta empatizar con un sector de venezolanos que sienten que su visibilidad depende de Chávez. Le falta asumir que si la disyuntiva se presenta como una elección entre Chávez y la IV República, es probable que siempre gane Chávez. Le falta copar más espacios y vencer el temor a dialogar con sus adversarios. Hasta ahora los canales de televisión le hablan a su parroquia, sean de gobierno u oposición. No existe una cultura de diálogo, como la que predominó en Chile a fines de los ’80. El gobierno la rechaza de plano y en la oposición, algunos aún sienten que Chávez no terminará su mandato, por lo que nada hay que hablar con él o su entorno. Hasta ahora la iniciativa política la ha dominado Chávez (este referéndum no es sino un ejemplo) y la oposición ha reaccionado en cada oportunidad (con la salvedad del referéndum revocatorio del 2004 y que, dicho sea de paso, tuvo al plebiscito chileno del ’89 y al Proyecto Varela cubano como modelos).

Por eso, el riesgo con un triunfo oficialista ayer era empujar a la oposición nuevamente a especular con un posible golpe o a renunciar del todo a la vía política, en beneficio de no sé qué conspiración o aventura. Si el horizonte es un Chávez hasta el 2019 o indefinido, con un respaldo popular claro para ello, no sería de extrañar que la vía política quedara en entredicho y volverían a surgir quienes coquetearían con otras soluciones.

Sin embargo, lo que ocurrió ayer desmiente esto. Los resultados también. No sólo la oposición reconoció el resultado, sino busca formas de sacarle ventajas. Es justo reconocer que la misma oposición - que ciertamente regocijó cuando Chávez “cayó” en ese golpe frustrado del 2002 y que equivocadamente decidió no entrar a la Asamblea Nacional y boicotear las elecciones parlamentarias (2005) - hoy es enteramente distinta y presenta una evolución digna de destacar. Ya no se depende de una gestión de la OEA o del Centro Carter (que en justicia, no actuaron bien cuando les tocó intervenir entre el 2003 y 2004). Tampoco se escucha esa prédica anti-partidos, alimentada en algún momento por dueños de medios de comunicación, como Marcel Granier.

Ya no está la troika de Rosales, Petkoff y Julio Borges abogando por una vía política, por un lado, y los dueños de medios de comunicación a la cabeza de las posiciones más extremistas hacia Chávez, por el otro. Ya no hay un marasmo de asociaciones civiles que no se interpretan más que a si mismos. Los estudiantes – por su parte - han construido una legitimidad e inyectado una significativa renovación de rostros. Figuras como David Smolansky son aplomados, poco vanidosos, muy creíbles y respetados. El domingo – con ellos – recordaba el estilo que animó nuestra generación universitaria en los ’80.

Smolansky decía - al reconocer la derrota - algo así como “qué privilegio es ser joven en esta encrucijada”. Son tipos elocuentes. El chavismo no tiene a nadie parecido. Por cierto, esos cambios deberán reflejarse en nuevos parlamentarios y en organizaciones formales. En otra composición de la Asamblea Nacional el próximo año y en una nueva élite dirigencial.

Esto fue el objeto central del largo almuerzo el sábado en casa de Rafael Poleo de Revista Zeta. Es interesante observar cómo los actores venezolanos están evolucionando en sus diagnósticos.

Puede que alguien diga que el camino por recorrer es demasiado largo y supera sus propias expectativas. Pero a nosotros en Chile nos pasó igual. ¿Quién no especulaba con que las protestas del ’83 terminarían con la caída inminente de Pinochet? Por lo demás, habría sido raro que Chávez hubiera perdido un proceso electoral que él mismo llamó y que nadie le exigió. Hubiera sido un autogol. Hubiera sido subestimar a un sujeto que ha estado contra viento y marea en el gobierno por diez años y creer que va a regalar su propia derrota. Para ser franco, muchos de nosotros teníamos el mismo desdén y subestimación de Pinochet. Me atrevería a decir que esa subestimación de Chávez, si alguna vez existió en la oposición venezolana, ya comienza a desaparecer. Lo toman en serio.

A la hora de juzgar el populismo regional en América Latina hay dos actitudes igualmente irritantes. Aquellos que ven en ellas un modelo novedoso y hacen oídos sordos de la manipulación, el personalismo, la corruptela y mala gestión que representan. Pero también son irritantes aquellos que solo quieren enfrentarlas desde lo declamativo y no consideran sus causas ni se hacen cargo de lo que está detrás del apoyo popular que tienen. Es esa la diferencia que muchos tenemos con posiciones como las de José María Aznar y FAES en la región. Creen que con solo oponerse a Chávez y éste se cae. Ayer hemos visto que eso no es así. Hace falta mucho más, partiendo por una estrategia que se focalice en el voto blando que no está “ni en una ni en otra”. En Venezuela eso suma cerca del 10% del electorado y no hay estrategia frontal que la seducirá. Más bien terminará por beneficiar a Chávez y sus deseos de perpetuarse.

Por otro lado, muchas veces hemos discutido con aquellos que dicen que mientras no haya una completa renovación de elencos, nada se podrá hacer. Es la misma queja hacia la clase política que todos escuchábamos mientras Pinochet estuvo en el poder y que todos los partidarios de Chávez, en Venezuela o el exterior, repiten como para justificar el advenimiento de Chávez, su permanencia en el poder y el deseo de su perpetuación. Yo nunca he creído que se puede reemplazar dirigencias completas. No lo hicimos nosotros (que yo recuerde la transición fue encabezada por un actor que fue presidente del Senado el ’73). A la larga no hay sustituto al deber de reciclar y cambiar de mentalidad. Mientras una élite dirigencial no haga eso, no hay renovación que valga. Terminará repitiendo los mismos errores y prácticas. Los mismos que dejan una embarrada, tienen el deber de limpiar el cochambre que dejan. Y mientras no la limpien, todos chapucearemos en barro.

Lo que hoy ocurre en Venezuela dice relación con todos estos temas. Ninguno es fácil ni corto, pero – hoy por hoy – su desarrollo no parece transcurrir a favor de Chávez. Más bien al revés. Si para eso hay que perder un plebiscito, hay derrotas que son bastante dulces……

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