Por Sadio Garavini di Turno
El Presidente Chávez proyecta continuamente la imagen de ser el paladín de la soberanía nacional, el nacionalismo es uno de los aspectos más enfatizados de su mensaje. En su visión maniquea y antidemocrática de la política, como un enfrentamiento entre amigos y enemigos, visión por cierto heredada del jurista nazi Karl Smidt, los adversarios políticos son transformados en traidores de la patria y fantoches del imperialismo norteamericano. En cambio, los chavistas serían los únicos nacionalistas defensores de la soberanía venezolana. Octavio Paz dijo una vez que: “la ceguera biológica impide ver, pero que la ceguera ideológica impide pensar.” Desgraciadamente, cada día más se hace evidente que la ceguera ideológica del Presidente Chávez le impide pensar con claridad cuales son los intereses permanentes del Estado venezolano y, más gravemente, le impide defender la soberanía nacional. Las acciones y omisiones del gobierno Chávez, en relación con el diferendo territorial con Guyana, han preparado irresponsablemente el camino para el abandono unilateral y gratuito de la reclamación venezolana, perjudicando el patrimonio, los intereses y el honor de Venezuela. El ideologismo neocomunista de Chávez está permitiendo la penetración y la confiscación por parte de funcionarios cubanos de instituciones claves del Estado venezolano. Primero fueron los sectores de la salud, la educación y el deporte, después los cubanos se infiltraron en los registros y las notarías, se le entregó la seguridad personal del Presidente y el control de organismos de seguridad del Estado como la Policía política (Disip) y la Inteligencia Militar (Dim). Ahora se pretende entregarles también la administración de los puertos y aeropuertos, que no sólo son fuentes inagotables de enriquecimiento ilícito sino que son las codiciadas puertas de entrada y salida del narcotráfico y el terrorismo. La falsedad del nacionalismo de Chávez es evidente. El único nacionalismo chavista es el antiyankismo visceral, también contrario por cierto a los intereses permanentes de Venezuela. El cliente natural principal de nuestro petróleo, frente a la hostilidad chavista, está acelerando sus planes para reducir el consumo de hidrocarburos venezolanos, reorientando gradualmente sus compras energéticas hacia países “amigos” como Brasil, Canadá y México. En los últimos diez años, la transferencia de los recursos del tesoro nacional a los aliados y clientes ideológicos o simples aprovechadores de lo ajeno, se calcula que alcanza ya la cifra de 90.000 millones de dólares. En un país en vías de desarrollo, como Venezuela, con enormes necesidades insatisfechas en infraestructura, salud, educación y servicios públicos en general, es una solemne irresponsabilidad haber regalado esa cantidad de recursos. Pero si durante los años de la abundancia petrolera era comprensible una cierta solidaridad con algunos países más débiles, recordemos a este respecto que el gobierno Chávez ha tenido ingresos superiores a 850.000 millones de dólares, ahora que se les pide a los venezolanos el sacrificio de pagar más impuestos y reducir sus salarios, continuar despilfarrando en el exterior los recursos del país sería inmoral. La ceguera ideológica de Chávez está produciendo una gestión de gobierno que podría calificarse de verdadera traición a la patria.
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