Por Sadio Garavini di Turno
Ya he perdido la cuenta de las veces que Chávez ha “congelado” las relaciones con Colombia. La primera, en mi memoria, es la que se derivó del arresto y deportación a Colombia, con participación “irregular” de agentes colombianos, de Rodrigo Granda, el llamado Canciller de las FARC, quien vivía en Venezuela con cédula y pasaporte venezolanos y, para colmo, inscrito en el registro electoral. La segunda fue cuando Uribe decidió suspender a Chávez de su función de mediador para lograr la liberación de los secuestrados por las FARC, y la tercera fue a raíz de la muerte del cabecilla “faraco” Raúl Reyes, durante el ataque a su campamento en territorio ecuatoriano. Chávez decretó un minuto de silencio para Reyes y ordenó a trasladar una brigada de tanques a la frontera con Colombia, que, por cierto, nunca llegaron a su destino por desperfectos mecánicos. La nueva crisis se inicia con la airada reacción de Chávez frente a la concesión de Colombia a los Estados Unidos del uso parcial, en el marco del Plan Colombia, de unas bases militares. Según Chávez esto constituye una amenaza para Venezuela. La razón básica de esta concesión está en el cierre de la base norteamericana de Manta en Ecuador, que estaba dirigida a controlar el narcotráfico en las rutas del Pacífico. Colombia, además de reafirmar el apoyo norteamericano, en su enfrentamiento con la narcoguerrilla, busca también el “agradecimiento”, particularmente en el Congreso de los EEUU, para lograr la aprobación del Acuerdo de Libre Comercio. Para Chávez, en cambio, la presencia de 800 militares y 600 contratistas privados norteamericanos, buena parte de los cuales ya se encuentran en Colombia, representa una amenaza de invasión por parte del “Imperio”, con la complicidad del vecino. Lo cual es un insulto a la inteligencia de cualquier alfabeto en política internacional. Los EEUU tienen suficiente capacidad para proyectar su poder militar a distancia, para necesitar bases colombianas, en el supuesto que quisieran invadir a Venezuela, como lo demuestra, entre otras, la acción contra el régimen del narcodictador panameño Noriega en 1989. Además, hay que ser bien ignorante, “credulón” o “cegato” ideológico, para creer seriamente que el gobierno Obama, ocupado y preocupado en Iraq, Afganistán, Irán, Pakistán y Corea del Norte, entre otras cosas, esté planificando una invasión a Venezuela, particularmente después del “deshielo” en
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