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TODOS SOMOS JUANITO


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Por: Gerardo Enrique Garibay Camarena


"Un loco dice en voz alta lo

que los demás hablan en susurros"

Anónimo

Cuando la noche del 16 de junio pasado, Andrés Manuel López Obrador hizo prometer al candidato del PT a delegado en Iztapalapa que en caso de ganar le cedería su cargo a la ex candidata perredista Carla Brugada, el aludido, de nombre Rafael Acosta "Juanito" era tan solo uno más de los porros anónimos de la izquierda mexicana, conocido tan solo en su barrio y en los bajos círculos de las corrientes del PRD capitalino.

Este hombre, carente de preparación académica, "primer actor" del cine de ficheras, comerciante ambulante, golpeador profesional y "estratega" deportivo, es en sí mismo una parodia de lo más grotesco que podemos encontrar en la política mexicana. Quizá debido a ello, a partir de su triunfo ha adquirido una enorme popularidad y la fuerza suficiente como para retar incluso al propio López Obrador, a quien tan solo semanas antes le rendía ilimitada lealtad.

Ante el innegable fenómeno "Juanito", el mundo político ha reaccionado con desdén, mientras que el resto de la sociedad se debate entre la indignación y la risa ante las aventuras de tan singular personaje.

Sí, "Juanito" es divertido, es ridículo, es deleznable, es… el reflejo de todos nosotros.

Y es que, si lo vemos con calma, podemos darnos cuenta de que en realidad, todos somos Juanito, porque repetimos, en mayor o menor medida sus actitudes y reacciones, porque en el microuniverso que representa la sucesión en Iztapalapa podemos encontrar las claves para entender el funcionamiento, no solo de la política, sino de la sociedad mexicana.

Un loco dice en voz alta lo que los demás hablan en susurros y, justamente por eso mismo, "Juanito" exige a las claras su 50% de las posiciones en el gobierno delegacional, denuncia ruidosamente las amenazas de los simpatizantes de Clara Brugada y traiciona a su ex ídolo, López Obrador. En todo este relajo lo que menos importa es el bienestar de los votantes, se trata simplemente de intereses sectarios y vanidades personales.

El problema es que exactamente lo mismo ha ocurrido en estas semanas con los cambios al interior de los partidos, los nombramientos de los coordinadores de bancada y mil posiciones de poder más. La diferencia es que en estos casos las negociaciones las realizan hombres respetables, bebiendo buenos vinos y vistiendo trajes de diseñador, pero en el fondo, las prioridades, los motivos y los resultados son básicamente los mismos.

Este "modus operandi" no se limita a la política, sino que también se vive cotidianamente en la empresa, la burocracia y las llamadas organizaciones de la sociedad civil, en fin, en (casi) todos lados, por lo que, de un modo u otro, todos participamos de él. Aunque sea un poco, todos somos "Juanito" y en el pecado llevamos la penitencia.

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