El rap del optimista
Por: Gerardo Enrique Garibay Camarena
Definitivamente fue la nota de la semana en nuestro país, apenas unos instantes después de que el Secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, señaló que había familias que, con ingresos de 6 mil pesos al mes tenían acceso a vivienda, vehículo y escuela privada, las reacciones llegaron desde todos los ámbitos de la política y la sociedad.
Líderes, diputados, intelectuales, analistas, opinólogos, blogeros, twitteros, facebookeros y gente normal condenaron al funcionario federal a la pena del oprobio público y, durante los días siguientes, prácticamente todos (también yo, no me estoy haciendo pato) "comimos Cordero", recurriendo al sarcasmo y la ironía como castigo a lo que percibimos como insensibilidad e ignorancia.
Sin embargo, ya con la mente fría y en honor a la verdad tenemos que reconocer que, aunque la declaración del Secretario fue desafortunada también es cierto que muchos sectores de la sociedad mexicana hemos adoptado el pesimismo casi como dogma de fe y como coraza ante la realidad nacional.
Y por ello, frases como: "México está peor que nunca", "los pobres son cada vez más pobres", "el país está al borde del colapso", "somos un estado fallido" y, por supuesto el "antes estábamos mejor", se han convertido en verdaderos mantras que repiten con singular alegría los echeverristas de closet, políticos, intelectuales y periodistas, que aprovechan nuestra inconformidad para llevar agua su molino.
Es cierto, quejarse es fácil y es divertido (e incluso muy justificado); sin embargo, al final del día, debemos ser conscientes de que todos esos argumentos apocalípticos podrán ser exitosos o políticamente correctos, pero son esencialmente falsos. México no está peor que nunca y, de hecho, estamos bastante por encima de lo normal.
Depresiones aparte y con excepción de la violencia generada por el narcotráfico, nuestro país está experimentando el mejor momento de su historia y para comprobarlo solo basta sacar la cara de los periódicos y voltear a ver el mundo real.
Si usted tiene más de 25 o 30 años haga conmigo un ejercicio de memoria y recuerde como estaban las carreteras antes y como, incluso en las ciudades medias, buena parte de las calles eran de tierra.
Como para cualquier trámite era necesario sufrir malos modos y ofrendar un collar de "mordidas", hasta para la señora encargada de sacar las fotocopias y como al ir a la tienda teníamos muy poco de donde escoger y eso poco, generalmente de muy mala calidad.
Todo eso hoy es cosa del pasado, tenemos un país mucho mejor comunicado y la gran mayoría de las colonias cuentan con vialidades pavimentadas, lo que ha convertido con sorprendente velocidad a nidos de delincuencia en prósperos espacios de clase media.
Hoy la gran mayoría de los trámites no requieren mordida y son mucho más ágiles, al grado de que las famosas "colas", que hace apenas 15 años eran parte de la rutina diaria, hoy castigan únicamente a los olvidadizos que hacen sus pagos a la última hora.
Será que el México de los deprimidos es un país distinto al mío, pero el que yo veo es un México en el que muchas comunidades rurales, donde antes no existía ninguna tienda de abarrotes, ahora tienen hasta 4 y en donde solía haber solo casas de adobe ahora casi todas son de ladrillo.
Veo que en los supermercados, mientras que antes había solo una marca disponible ahora mucho de donde escoger y que millones de familias, que hace apenas una década ni siquiera se atrevían a soñar con un teléfono celular, ahora cuentan con varios de estos aparatos.
Veo un México donde, como nunca antes, la gente tiene acceso a servicios de salud y donde, por fin, hace unos meses, se anunció la cobertura total en educación primaria (por supuesto dicha noticia sería mejor si los niños realmente aprendieran algo, pero eso es harina de otro costal).
Todo ello no significa que ya hayamos derrotado a la marginación y que todo sea miel sobre hojuelas. El país tiene problemas, y muy graves, pero esto no es algo nuevo. Es cierto que hay pobreza, pero el hecho es que antes estaba peor.
Por eso, hoy más que nunca, los mexicanos necesitamos equilibrar el realismo, para reconocer lo que nos falta, y la esperanza, para no dejarnos llevar por la depresión. Dicho de otro modo, podemos ver el vaso medio lleno o medio vacío, pero no podemos negar que ahora tiene más agua que antes.
Un poco de optimismo a veces no viene mal
garibaycamarena@hotmail.com www.sinmediastintas.org
www.sinmediastintas.org OPINION Y ANALISIS SOCIOPOLITICO
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