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URGEN NUEVAS REGLAS PARA ECONOMÍA MUNDIAL

Por José Dávila*

La crisis financiera norteamericana y sus posibles efectos en otros países, el hambre en varias regiones de África, una globalización económica que está aumentando las desigualdades sociales en los países subdesarrollados, y entre éstos y los países ricos, las guerras expansionistas por intereses económicos, el sostenimiento de un comercio mundial injusto, y hasta la degeneración climática, son reflejo de las actuales reglas económicas mundiales, que debieron haber variado ya hace décadas.

Los factores coyunturales como el alza despiadada del petróleo, la caída del dólar frente al euro y al yen, la subida de precios de alimentos que pueden provocar crisis alimentarias y sociales en varias regiones del mundo, la pobreza que no se supera sustancialmente, las migraciones mundiales de los pobres por motivos económicos, la revolución informática que es aprovechada sólo por una parte del mundo, la aparición de China como potencia económica vista con desconfianza por otras potencias, son sólo señales de lo mismo:  Siguen vigentes reglas obsoletas de la economía mundial.

¿Cuáles son esas reglas? Algunas muy de la teoría clásica como la “mano invisible”, “el pleno empleo”, las teorías clásicas del comercio que busca por sí mismo el equilibrio, una concepción estática del comportamiento del consumidor, la re-insistencia del “laissez faire, laissez passer”, y otras normas económicas tradicionales.

Todo esto en el transcurrir de la historia económica moderna, ha construido axiomas como: La máxima ganancia es el gran objetivo de los empresarios, los monopolios son necesarios, hay que aprovechar las “ventajas comparativas” de los países pobres,  el proteccionismo en los países ricos es correcto, las empresas transnacionales son la eficiencia, las tecnología son propiedad de los países desarrollados, la informática es para los más vivos, la globalización es para los peces gordos, las intermediaciones y especulaciones financieras y bursátiles, son la modernidad.

Como se ha hecho muy poco en el mundo para contrarrestar estas reglas, y el sistema alternativo del socialismo estatista fracasó al contradecir las aspiraciones humanas naturales y encerrarlas en esquemas políticos totalitarios, urge un debate mundial más claro, franco, amplio, generoso  y participativo, que nos sensibilice decididamente a todos hacia la búsqueda de transformar las actuales reglas de la economía mundial.

Las nuevas reglas  deben contener, entre otros, los elementos siguientes:

-Ya no más el lucro máximo como norma sagrada y única, la que debiera ser relativizada con responsabilidad social de los empresarios, solidaridad humana,  o con el rescate tributario.

-Retomar por parte de los estados, el rol de gerenciar el bien común;  entre más desigualdades sociales haya en un país, más activo y efectivo debe ser el rol del estado.

-Impulsar agendas sociales en los países en desarrollo con miras a la transformación de las estructuras económicas injustas y excluyentes, y no como medidas populistas o de los gobiernos de turno para fines publicitarios.

-Elaborar políticas humanas para los migrantes, sobre todo por parte de los Estados Unidos y la Unión Europea, tratando de ordenar la migración, rescatar sus aportes y basarla en el absoluto respeto a los derechos humanos de los migrantes, sobre todo el derecho a la vida.

-Implementar en los países pobres un sistema de salarios que combine la productividad laboral con los ingresos mínimos para que el trabajador pueda mantener dignamente a su familia, estableciendo un Salario Familiar Justo.

-Retorno “a la tierra” de los países subdesarrollados  para impulsar la producción de alimentos para sus poblaciones y para la exportación hacia sus vecinos más pobres; reforma decidida de los países desarrollados de los proteccionismos a su producción agrícola; la Unión Europea ha dado un primer paso, pero lo deben hacer todos los países ricos.

 -Controlar efectivamente los monopolios y grandes oligopolios que encarecen los bienes o servicios para los consumidores, pero a la vez fomentar la unión solidaria y no mercantilista de países productores de materias primas claves para el desarrollo de las economías.

-Elaborar un código mundial consensuado para salvar la naturaleza para lograr  el compromiso real y sincero de detener la contaminación mundial y el calentamiento global, sobre todo por parte de los países industriales más contaminantes.

-Regular la intermediación financiera, sean con impuestos o con controles para evitar la especulación bursátil que causa daño a las economías.

-Reformas decisivas y consensuadas de los organismos financieros multilaterales y foros mundiales de países, a veces excluyentes, incorporando a sus conceptos, más aspectos sociales, ambientales y de justicia redistributiva.

Si bien es cierto ya hay esfuerzos para alcanzar algunos de estos objetivos,  será difícil acelerar su cristalización, si no se dan los dos elementos siguientes:

-La incorporación en todos los planes, programas, proyectos, declaraciones, planes de acción, perspectivas, análisis serios de gobiernos de organismos internacionales, asociaciones mundiales de empresarios, trabajadores, académicos, etc.,  de nuevos conceptos que estén impregnados de los valores de la libertad, la solidaridad, la equidad, el bien común, la dignidad de la persona humana, la justicia social, la subsidiariedad del estado, que son valores a fortalecer para desterrar los egoísmos, dominaciones, opresiones, explotación, y tanto anti-valor que tiene al mundo en la situación actual. Debemos movernos hacia una economía de mercado con responsabilidad social y respeto por la naturaleza.

-La construcción de un nuevo liderazgo mundial, ético, solidario, que abarque a líderes políticos mundiales interesados en la sobrevivencia digna de la humanidad, a los máximos responsables de los organismos multinacionales, a líderes mundiales religiosos, y a personalidades académicas y científicas de reconocimiento internacional, para que generen juntos consensos verdaderos, y se conviertan en faro orientador de un nuevo camino.

 Si no aceleramos en esta dirección, y se mantiene la actual crisis económica mundial, se puede acercar para el mundo una recesión económica, donde haya quiebras masivas de empresas y bancos, los altos precios pueden bajar y hasta caerse, pero nadie tendría con qué comprar, bajaría la inversión, podrían llegar hambrunas en algunas regiones, los sectores pobres se rebelarían y podrían venir explosiones sociales, el comercio mundial disminuiría, bajaría la producción de bienes y servicios, y esto sería muy grave para la humanidad, por eso hay que evitarlo.

En Estados Unidos hay señales bastante peligrosas de una recesión propia, pero dada su influencia mundial, no hay que descartar que esa recesión se extienda a otras partes del mundo  si no asumimos de inmediato las obligaciones de dirigentes responsables que velen por el bien de la humanidad. Cambiemos pronto las reglas actuales de la economía mundial, dejar pasar más tiempo puede ser tarde.

*Economista y político socialcristiano nicaragüense, exembajador de Nicaragua en Alemania y Suiza, analista político centroamericano, docente universitario y exeditor del diario La Prensa de Managua.

 

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