La carta:
Carta Abierta a la Casa Blanca
Sr. Barack H. Obama
Presidente de los Estados Unidos de América
C.C. Hillary Rodham Clinton
Secretaria de Estado de los Estados Unidos de América
Señor Presidente:
Aunque le escribimos a título personal, podríamos agregar aquí las firmas de muchos de nuestros compatriotas, con la seguridad de interpretar los sentimientos de cientos de miles de cubanos, tanto residentes en Cuba como en numerosos países a donde la tragedia de nuestro país nos ha dispersado con la consecuente separación de familiares y amigos.
Durante casi veinte años organizaciones políticas cubanoamericanas, tras el derrumbe del bloque socialista de Europa del Este y en particular la desintegración de la Unión Soviética, cabildearon fuertemente en Washington para endurecer las medidas de restricciones económicas que los Estados Unidos impusieran sobre Cuba a raíz de las expropiaciones de propiedades norteamericanas a comienzos de los años 60.
El criterio prevaleciente era que habiendo perdido Cuba los mercados y el subsidio soviético -fuentes del financiamiento de sus programas sociales y de sus prácticas represivas-, el endurecimiento de esas restricciones haría colapsar la economía cubana con la consecuente rectificación por parte de ese gobierno de su política violatoria de derechos humanos, e incluso algunos, con la esperanza de incitar a una población desesperada a lanzarse a las calles en actos de violencia que harían zozobrar a ese régimen, lo cual demuestra, por una parte, una gran insensibilidad humana y por otra, un gran desconocimiento, no sólo de la naturaleza de ese régimen, sino incluso de la historia, pues ningún padre urgido por la necesidad impostergable de dar de comer a sus hijos piensa primero en cómo solucionar los problemas políticos de su país, y porque esas restricciones fueron explotadas con mucho éxito por los dirigentes de ese régimen para culpar a los Estados Unidos de sus descalabros económicos y crear el clima de estado de sitio que les permite aunar a gran parte de la población en la supuesta defensa de una patria en peligro y justificar la represión brutal contra sus opositores.
El tiempo, finalmente, se ha encargado de demostrar que estaban equivocados, primero con la Ley Torricelli (Cuban Democracy Act) firmada en 1992, luego con la Ley Helm-Burton (Cuban Liberty and Democracy Solidarity Act) en 1996 y finalmente las restricciones a viajes y remesas (Comission for Assistance to a Free Cuba) en 2004. El régimen cubano, lejos de debilitarse, se ha fortalecido durante esos años y ha cosechado el apoyo político de numerosos gobiernos de todo el mundo que cada año votan casi unánimemente a su favor en Naciones Unidas en la condena a esa política, mientras que Estados Unidos queda siempre con la bochornosa desventaja de tres votos frente a más de 150, debido a una política verdaderamente inconsistente, si tenemos en cuenta las armoniosas relaciones de Estados Unidos con China y Viet Nam, este último país, escenario de una guerra de varios años donde murieran miles de soldados norteamericanos.
Ahora, ante la evidencia de que el embargo no ha provocado el derrumbe del régimen de La Habana, el pretexto para mantenerlo es que serviría como “pieza de negociación”, cuando en realidad es absurdo ofrecer lo opuesto a lo que la contraparte desea, pues significaría, para esa dirigencia, perder el clima de confrontación que tantas ventajas políticas le ha proporcionado, ya que un proceso de distensión le dejaría sin excusas ante los descalabros de su irracional política económica, una postura de atrincheramiento, la negación de libertades fundamentales y para seguir manteniendo el encarcelamiento de cientos de ciudadanos por motivos políticos. Por esta razón ha tratado siempre de sabotear todo proceso de distensión, como se demostró con el éxodo masivo por el puerto del Mariel en 1980 para detener el proceso de mejoramiento de relaciones iniciado por la administración Carter; y por otra parte, alentar políticas más agresivas, como cuando derribó en febrero de 1996 dos avionetas civiles de los Estados Unidos con la muerte de sus cuatro tripulantes y así posibilitar en Washington la firma del proyecto Ley Helm Burton (Cuban Liberty and Democracy Solidarity Act) que por esos días el Congreso discutía con muy pocas posibilidades de ser aprobado.
Ahora, señor presidente, con la buena acogida que en todo el mundo ha tenido su llegada a la presidencia de los Estados Unidos -lo cual dificulta una ofensiva injustificada por parte de La Habana contra su gobierno-, tiene Ud. la oportunidad de lograr lo que no pudieron diez administraciones norteamericanas, eliminando las restricciones a viajes y remesas a Cuba y ejerciendo su influencia para un levantamiento del embargo por parte del Congreso. El destino de Cuba es algo que corresponde sólo a la voluntad de los cubanos, pero mientras los Estados Unidos mantengan su política de guerra fría con Cuba, los cubanos amantes de la libertad estaremos realmente en desventaja, ya que el régimen de ese país podrá continuar sosteniendo ante el mundo la ficción de que el verdadero conflicto es entre un pequeño país y el imperio que supuestamente pretende avasallarlo, cuando en realidad se trata de un régimen dictatorial frente a su propio pueblo.
Respetuosamente,
Guillermo Asper, profesor de la Universidad de Brasilia, Brasil.Luciana Asper y Valdés, promotora de justicia, Brasil.Marina Baltar, empleada, Florida, Estados Unidos.Bernardo Benes, banquero jubilado, Florida, USALorenzo Cañizares, sindicalista, Pennsylvania, Estados Unidos.Rolando Castañeda, ex-funcionario Banco Interamericano de Desarrollo, Washington, D.C.Siro del Castillo, artista plástico, Florida, Estados Unidos.María Cristina Herrera, profesora, Florida, Estados Unidos.Carmen Díaz, psicóloga, Florida, USA.María Eulalia Díaz Acosta, Contadora e Informática, República Dominicana.Eduardo Domínguez, Mecánico especialista, Florida, Estados Unidos.Gonzalo Fernández, consejero de negocios, North Carolina, USA.Mickey Garrote, bibliotecario, Florida, Estados Unidos.Silvia González Kenneweg, profesora jubilada, Ohio, USA.Vicente R. Gutiérrez Santos, CPA, Ejecutivo de Empresas, analista político. Madrid, Spain.Olga Hernández, paralegal, New Jersey, USA.Eduardo Hernández-Gispert, Analista político. Florida, Estados Unidos.Ariel Hidalgo, maestro, Florida, Estados Unidos.Yankilé Hidalgo Rodríguez, maestra, Quito, EcuadorOlga Lastra, desarrolladora de software, Florida, USAAdrián Leiva Pérez, activista de derechos civiles y periodista, Florida, USA.Antonio Llaca Busto, médico cirujano, Venezuela.Sergio Lopez-Miró, periodista y publicista, Florida, USA.Sarahí Lorenzo, corredora de bienes raíces, Florida, Estados Unidos.Teté Machado, actriz, Florida, Estados Unidos.Lillian Manzor, profesora de universidad, Florida, USAGerardo E. Martínez-Solanas, economista y científico político, Florida, USA.Raquel Martínez-Solanas, profesora de español, Miami Florida, USA.Danay Menéndez, empleada de limpieza, Florida, Estados Unidos.Ana Mestre de Sambrizzi, escritora, activista de derechos civiles, Argentina.Marcelino Miyares, politólogo y activista político, Florida, Estados Unidos.Elena Montes de Oca, poeta y profesora, Florida, Estados Unidos.Yvette G. Murphy, abogada, Florida, Estados Unidos.José Manuel Pallí, abogado, Florida, Estados Unidos.Marta Rosa Peláez de López-Miró, publicista, Florida, USA.Oscar Peña, activista de derechos humanos, Florida, Estados Unidos.Iván Pérez Carrión, periodista, República Dominicana.Pedro Pérez Castro, activista sindical, Venezuela.José Pérez Martín, ingeniero eléctrico, Florida, Estados Unidos.José Prats Sariol, escritor y profesor universitario, MéxicoRicardo Puerta, sociólogo, Honduras.Miguel Rivero, periodista, Portugal.Augusto Rodríguez, periodista, Florida,USA.Pablo Rodríguez Carvajal, activista de derechos humanos, Florida, USA.Bárbara Elda Rodríguez González, maestra, Quito, EcuadorJuan Antonio Rodríguez Menier, analista político, Estados Unidos.Michael Sabido, médico, New Jersey, USA.Rafael A. Sanchez, médico, Florida, USA.Caleb Vega Socarrás, economista, California, USA.Raúl de Velasco, médico, Florida, Estados Unidos
Aunque le escribimos a título personal, podríamos agregar aquí las firmas de muchos de nuestros compatriotas, con la seguridad de interpretar los sentimientos de cientos de miles de cubanos, tanto residentes en Cuba como en numerosos países a donde la tragedia de nuestro país nos ha dispersado con la consecuente separación de familiares y amigos.
Durante casi veinte años organizaciones políticas cubanoamericanas, tras el derrumbe del bloque socialista de Europa del Este y en particular la desintegración de la Unión Soviética, cabildearon fuertemente en Washington para endurecer las medidas de restricciones económicas que los Estados Unidos impusieran sobre Cuba a raíz de las expropiaciones de propiedades norteamericanas a comienzos de los años 60.
El criterio prevaleciente era que habiendo perdido Cuba los mercados y el subsidio soviético -fuentes del financiamiento de sus programas sociales y de sus prácticas represivas-, el endurecimiento de esas restricciones haría colapsar la economía cubana con la consecuente rectificación por parte de ese gobierno de su política violatoria de derechos humanos, e incluso algunos, con la esperanza de incitar a una población desesperada a lanzarse a las calles en actos de violencia que harían zozobrar a ese régimen, lo cual demuestra, por una parte, una gran insensibilidad humana y por otra, un gran desconocimiento, no sólo de la naturaleza de ese régimen, sino incluso de la historia, pues ningún padre urgido por la necesidad impostergable de dar de comer a sus hijos piensa primero en cómo solucionar los problemas políticos de su país, y porque esas restricciones fueron explotadas con mucho éxito por los dirigentes de ese régimen para culpar a los Estados Unidos de sus descalabros económicos y crear el clima de estado de sitio que les permite aunar a gran parte de la población en la supuesta defensa de una patria en peligro y justificar la represión brutal contra sus opositores.
El tiempo, finalmente, se ha encargado de demostrar que estaban equivocados, primero con la Ley Torricelli (Cuban Democracy Act) firmada en 1992, luego con la Ley Helm-Burton (Cuban Liberty and Democracy Solidarity Act) en 1996 y finalmente las restricciones a viajes y remesas (Comission for Assistance to a Free Cuba) en 2004. El régimen cubano, lejos de debilitarse, se ha fortalecido durante esos años y ha cosechado el apoyo político de numerosos gobiernos de todo el mundo que cada año votan casi unánimemente a su favor en Naciones Unidas en la condena a esa política, mientras que Estados Unidos queda siempre con la bochornosa desventaja de tres votos frente a más de 150, debido a una política verdaderamente inconsistente, si tenemos en cuenta las armoniosas relaciones de Estados Unidos con China y Viet Nam, este último país, escenario de una guerra de varios años donde murieran miles de soldados norteamericanos.
Ahora, ante la evidencia de que el embargo no ha provocado el derrumbe del régimen de La Habana, el pretexto para mantenerlo es que serviría como “pieza de negociación”, cuando en realidad es absurdo ofrecer lo opuesto a lo que la contraparte desea, pues significaría, para esa dirigencia, perder el clima de confrontación que tantas ventajas políticas le ha proporcionado, ya que un proceso de distensión le dejaría sin excusas ante los descalabros de su irracional política económica, una postura de atrincheramiento, la negación de libertades fundamentales y para seguir manteniendo el encarcelamiento de cientos de ciudadanos por motivos políticos. Por esta razón ha tratado siempre de sabotear todo proceso de distensión, como se demostró con el éxodo masivo por el puerto del Mariel en 1980 para detener el proceso de mejoramiento de relaciones iniciado por la administración Carter; y por otra parte, alentar políticas más agresivas, como cuando derribó en febrero de 1996 dos avionetas civiles de los Estados Unidos con la muerte de sus cuatro tripulantes y así posibilitar en Washington la firma del proyecto Ley Helm Burton (Cuban Liberty and Democracy Solidarity Act) que por esos días el Congreso discutía con muy pocas posibilidades de ser aprobado.
Ahora, señor presidente, con la buena acogida que en todo el mundo ha tenido su llegada a la presidencia de los Estados Unidos -lo cual dificulta una ofensiva injustificada por parte de La Habana contra su gobierno-, tiene Ud. la oportunidad de lograr lo que no pudieron diez administraciones norteamericanas, eliminando las restricciones a viajes y remesas a Cuba y ejerciendo su influencia para un levantamiento del embargo por parte del Congreso. El destino de Cuba es algo que corresponde sólo a la voluntad de los cubanos, pero mientras los Estados Unidos mantengan su política de guerra fría con Cuba, los cubanos amantes de la libertad estaremos realmente en desventaja, ya que el régimen de ese país podrá continuar sosteniendo ante el mundo la ficción de que el verdadero conflicto es entre un pequeño país y el imperio que supuestamente pretende avasallarlo, cuando en realidad se trata de un régimen dictatorial frente a su propio pueblo.
Respetuosamente,
Guillermo Asper, profesor de la Universidad de Brasilia, Brasil.Luciana Asper y Valdés, promotora de justicia, Brasil.Marina Baltar, empleada, Florida, Estados Unidos.Bernardo Benes, banquero jubilado, Florida, USALorenzo Cañizares, sindicalista, Pennsylvania, Estados Unidos.Rolando Castañeda, ex-funcionario Banco Interamericano de Desarrollo, Washington, D.C.Siro del Castillo, artista plástico, Florida, Estados Unidos.María Cristina Herrera, profesora, Florida, Estados Unidos.Carmen Díaz, psicóloga, Florida, USA.María Eulalia Díaz Acosta, Contadora e Informática, República Dominicana.Eduardo Domínguez, Mecánico especialista, Florida, Estados Unidos.Gonzalo Fernández, consejero de negocios, North Carolina, USA.Mickey Garrote, bibliotecario, Florida, Estados Unidos.Silvia González Kenneweg, profesora jubilada, Ohio, USA.Vicente R. Gutiérrez Santos, CPA, Ejecutivo de Empresas, analista político. Madrid, Spain.Olga Hernández, paralegal, New Jersey, USA.Eduardo Hernández-Gispert, Analista político. Florida, Estados Unidos.Ariel Hidalgo, maestro, Florida, Estados Unidos.Yankilé Hidalgo Rodríguez, maestra, Quito, EcuadorOlga Lastra, desarrolladora de software, Florida, USAAdrián Leiva Pérez, activista de derechos civiles y periodista, Florida, USA.Antonio Llaca Busto, médico cirujano, Venezuela.Sergio Lopez-Miró, periodista y publicista, Florida, USA.Sarahí Lorenzo, corredora de bienes raíces, Florida, Estados Unidos.Teté Machado, actriz, Florida, Estados Unidos.Lillian Manzor, profesora de universidad, Florida, USAGerardo E. Martínez-Solanas, economista y científico político, Florida, USA.Raquel Martínez-Solanas, profesora de español, Miami Florida, USA.Danay Menéndez, empleada de limpieza, Florida, Estados Unidos.Ana Mestre de Sambrizzi, escritora, activista de derechos civiles, Argentina.Marcelino Miyares, politólogo y activista político, Florida, Estados Unidos.Elena Montes de Oca, poeta y profesora, Florida, Estados Unidos.Yvette G. Murphy, abogada, Florida, Estados Unidos.José Manuel Pallí, abogado, Florida, Estados Unidos.Marta Rosa Peláez de López-Miró, publicista, Florida, USA.Oscar Peña, activista de derechos humanos, Florida, Estados Unidos.Iván Pérez Carrión, periodista, República Dominicana.Pedro Pérez Castro, activista sindical, Venezuela.José Pérez Martín, ingeniero eléctrico, Florida, Estados Unidos.José Prats Sariol, escritor y profesor universitario, MéxicoRicardo Puerta, sociólogo, Honduras.Miguel Rivero, periodista, Portugal.Augusto Rodríguez, periodista, Florida,USA.Pablo Rodríguez Carvajal, activista de derechos humanos, Florida, USA.Bárbara Elda Rodríguez González, maestra, Quito, EcuadorJuan Antonio Rodríguez Menier, analista político, Estados Unidos.Michael Sabido, médico, New Jersey, USA.Rafael A. Sanchez, médico, Florida, USA.Caleb Vega Socarrás, economista, California, USA.Raúl de Velasco, médico, Florida, Estados Unidos
VERSION EN INGLES
The Honorable Barack H. Obama
President of the United States of America
Dear Mr. President:
Although we are writing to you on our own behalf, we could easily add here the signatures of many of our fellow countrymen, secure in the conviction that we are conveying the feelings of hundreds of thousands of Cubans, whether living in Cuba or in any of the numerous other countries where the tragedy of our homeland has dispersed us, resulting in the separation of family members and friends.
For nearly twenty years, following the downfall of the socialist block in Eastern Europe and particularly the disintegration of the Soviet Union, Cuban-American political organizations have lobbied strongly in Washington to tighten the economic restrictions imposed by the United States on Cuba as a result of the expropriation of U.S. assets in the early sixties.
The prevailing view was that once Cuba had lost the Soviet subsidies and markets”sources for the funding of its social programs and its repressive practices”the strengthening of those restrictions would cause the Cuban economy to collapse and bring about changes by said government of its policies in violation of human rights. Some even espoused this position in the hopes of inciting a desperate people to take to the streets and commit acts of violence to undermine the Cuban regime. This goes to show, on the one hand, a great insensitivity toward other human beings and, on the other, a major lack of knowledge, not only of the nature of that regime but also of history, because no parent spurred on by the urgent need to feed his children thinks first about how to solve his country political problems. Moreover, those restrictions were exploited with much success by the Cuban regime rulers in order to blame the United States for the island nation economic disasters and create a state-of-siege mentality that allows them to unite a large portion of the population in the alleged defense of an imperiled homeland and also allows them to justify the brutal oppression exerted against their opponents.
Ultimately, time has served to prove them wrong: first, with the Torricelli Act (Cuban Democracy Act) passed in 1992, then with the Helm-Burton Act (Cuban Liberty and Democracy Solidarity Act) in 1996, and finally with the restrictions imposed on travel and remittances (Commission for Assistance to a Free Cuba) in 2004. The Cuban regime, far from weakening, has become stronger during those years and has garnered the political support of many governments from all over the world which, year after year, vote almost unanimously in Cuba favor in the United Nations by condemning that policy, while the United States is always left with the embarrassing disadvantage of just three votes to more than 150 against it. This is a reflection of a truly inconsistent policy, if we take into account the United States harmonious relations with China and Viet Nam, especially considering that the latter was the scene of a war that lasted several years and in which thousands of U.S. soldiers died.
Now, given all the evidence that the embargo has not brought about the fall of the regime in Havana, the pretext to maintain it is that it would serve as a bargaining chip, when the truth is that it is absurd to offer the opposite of what the other side wants. Lifting the embargo would entail the Cuban leadership losing the confrontational climate that has provided it with so many political advantages, since an opening up process would leave it without any excuses for the disastrous results of its irrational economic policy, posture of retrenchment, the denial of fundamental liberties, and for continuing to keep hundreds of Cuban citizens in jail for political reasons. That is why it has always tried to sabotage any process of opening up, as was demonstrated by the mass exodus from the port of Mariel in 1980, which was implemented to put a stop to the process aimed at improving relations which was initiated by the Carter administration. The Cuban regime also used the embargo as an excuse to encourage more aggressive policies, such as when it shot down two U.S. civilian aircraft in February 1996, killing the four crewmembers on board, and making possible the enactment in Washington of the Helm-Burton Act (Cuban Liberty and Democracy Solidarity Act), which at that time was being debated in Congress with very little likelihood of being approved.
Now, then, Mr. President, considering how well your election to the presidency of the United States has been received worldwide”which makes it more difficult for Havana to take an unjustified offensive stance against your government you have the opportunity to successfully do what ten U.S. administrations were unable to do: eliminate the restrictions on travel and remittances to Cuba and exercise your influence to get Congress to lift the embargo. Cuba destiny is something that is solely incumbent upon the will of the Cuban people, but so long as the United States maintains its cold war policy against Cuba, we freedom-loving Cubans will truly be at a disadvantage, since Cuba regime will be able to keep up the lie in front of the rest of the world that the real conflict is between a small country and the empire that allegedly intends to overpower it, when the truth is that what we are dealing with here is a dictatorial regime acting against its own people.
Respectfully yours,
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