Política y ciudadanía tienen el mismo origen. Política viene de polis que significa ciudad en griego; y ciudadanía viene de civitas que significa ciudad en latín. Hacer política o ejercer la ciudadanía es, pues, involucrarse en los asuntos de la ciudad y hoy, por extensión, del Estado. Para Aristóteles, la política era ‘la ética de lo colectivo’, o sea, un estadio superior de la ética —ya que era la ética que afectaba a todos— y, por ende, merecedora de la dedicación de los mejores, o sea, de los aristócratas.
Ante la perplejidad del lector, que estará pensando que su definición de política es lo opuesto a lo que le planteo, déjeme decirle algunas cosas. Así como en el concepto de ying y yang cada cosa contiene algo de su opuesto —por eso el punto o círculo negro dentro de la mitad blanca y el círculo o punto blanco dentro de la mitad negra— la idea de que cada categoría filosófica o teológica contiene algo de su opuesto es muy común en la mayoría de las escuelas de pensamiento, así mismo es con la política. Ideas que pueden ser beneficiosas para las personas, pueden degenerar en lo opuesto. La aristocracia puede degenerar en oligarquía, la democracia puede degenerar en demagogia y la libertad puede degenerar en libertinaje, para dar tan solo unos ejemplos. Así mismo la Política —con P mayúscula— puede degenerar en politiquería. Lo que vemos con más frecuencia en nuestros lares es politiquería y no política, pero al no ver con mucha frecuencia la práctica honesta de la política, la confundimos con la politiquería común que padecemos.
Es por eso que la gente dice que: ‘La política es sucia’ cuando los sucios son los demagogos y politiqueros que la pervierten y no la noble actividad de ocuparse del bien común. Podemos imaginar nuestra situación como la de alguien que ve a un bebé en un fangal; esta persona puede dejar que el niño se ahogue para ‘no ensuciarse’ o ‘meter las manos’ para salvar a la criatura. El político está dispuesto a ‘meter las manos’ para salvar al bebé y luego procede a limpiarse. El impoluto deja que el bebé se ahogue; el politiquero mete las manos, luego los brazos, luego el resto del cuerpo y queda revolcándose del gusto en la inmundicia, olvidándose del bebé. Si el bebé fuera la Patria ¿qué haría usted?
Recuerde que si usted no se mete en la política, tarde o temprano la política se meterá con usted.
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